Dirección: Joss Whedon.
Guión: Joss Whedon, Zak Penn.
Reparto: Robert Downey Jr., Chris Evans, Mark
Ruffalo, Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Samuel L. Jackson, Tom
Hiddleston, Jeremy Renner, Clark Gregg, Stellan Skarsgard, Cobie Smulders,
Gwyneth Paltrow.
A pesar de lo mucho que disfruto
de las películas de superhéroes, en general me parecen malas. Me divierten más
que casi cualquier otro tipo de película, pero considero que la mayoría son
follones desestructurados sin ambiciones de seriedad que mezclan sin mucho
acierto explosiones, tramas amorosas estereotipadas y mal llevadas y
fantasmadas de índole poco diversa. De todas formas, lo cierto es que tampoco
se les pide mucho más; son uno de los ejemplos más puros del cine cumpliendo su
función primigenia de entretenimiento ingenuo. Sin embargo, después de las
Batman de Christopher Nolan y de varias películas no relacionadas que
trascienden sus géneros y crean algo nuevo sin perder su espíritu (se me
ocurren las últimas películas de Pixar, que sin dejar de ser para críos
consiguen atraer al público adulto gracias a no mucho más que guiones
trabajados), a la parte de mí que se cree un crítico o un pseudoexperto le
saben a poco los tíos tirando rayos láser por los ojos sin más. A pesar de
ello, y partiendo de mi casi absoluto desconocimiento de los cómics, y en
particular de los de la Marvel (Spiderman, Los 4 fantásticos, X-Men, Daredevil…),
Los Vengadores me pareció una pasada.
El hecho de que el semidiós/alien
Loki (Tom Hiddleston, que interpretó al mismo villano en la reciente Thor) quiera,
obviamente, dominar el mundo de una forma que ya no recuerdo a pesar de haber
visto la película ayer importa poco o nada. En este tipo de películas la trama
es una excusa, poco más que un armazón, y Los Vengadores es perfectamente
consciente de ello y de que lo importante es quién compone el grupo de héroes reunido para combatir al malo de turno, y
centra sus esfuerzos en eso más que en intentar dotar a la película de ínfulas
de trascendencia –lo cual, en último término, es lo que la hace grande. En fin,
volvamos a los protagonistas. Tenemos, claro, al propio Thor (Chris Hemsworth),
que se propone detener a su hermano y némesis. También están el Capitán América
(Chris Evans), venido del pasado de modo ilógico, y un Bruce Banner/Hulk (Mark
Ruffalo, tercer actor que lo interpreta en diez años y que, a pesar de mis
reparos, lo encarna mucho mejor que Eric Bana y Edward Norton) en plena autoterapia
de control de la agresividad. Y, por supuesto, Tony Stark/Iron Man (Robert
Downey Jr.), estrella mediática, multimillonario, paradójico narcisista
filántropo y rey del sarcasmo.
Completa el reparto una serie de
actores de lujo. En primer lugar, por supuesto, está Scarlett Johansson
haciendo de espía rusa; intuyo que su Natasha Romanoff inspirará no pocas suciedades
en no pocos frikis. Que por cierto, qué haces reduciéndote el pecho, Scarlett,
joder. Anyway. El omnipresente Samuel L. Jackson da vida (como en otras de la
Marvel, pero yendo en este caso más allá del mero cameo) a Nick Fury, líder de
SHIELD, agencia dotada de tecnología armamentística avanzadísima, y que tendrá en
el futuro cercano su propia película, claro está. Jeremy Renner (que participó,
por ejemplo, en En tierra hostil, que ganó varios Oscar hace un par de años)
también repite, y su aumento de importancia y tipodurismo son muy bienvenidos. Otro
que vuelve es el agente Coulson (Clark Gregg), mucho más desarrollado que en
las de Iron Man y Thor. También están por ahí, pero sin aportar demasiado,
Stellan Skarsgard (Thor, la nueva de Los hombres que no amaban a las mujeres,
Melancolía) y Cobie Smulders (Robin en Cómo conocí a vuestra madre). Como
curiosidad, los actores de culto Harry
Dean Stanton (París, Texas, Alien) y Powers Boothe (Deadwood, Sin City)
realizan sendos cameos.
Los protagonistas y sus
respectivas capacidades de comerse la pantalla consiguen encajar perfectamente,
mérito, como casi todo, del guión de Joss Whedon (a quien yo conozco por la
serie de ciencia-ficción Firefly, de corta vida, y la película que sirvió para
cerrarla, Serenity, pero que se hizo célebre por Buffy) y su propia y lograda
traslación como director. La clave del guión es su ligereza casi constante, el
hecho de que los diálogos sean divertidísimos, sobre todo a partir del momento
en que los cuatro héroes se unen (el primer segmento de la película es bastante
inferior al resto), y del choque de personalidades en el que lidera, claro
está, el Iron Man de Downey, que se come al resto inevitablemente a pesar de no
tener muchos más minutos que ellos; en cualquier caso, todos tienen sus propios
chistes de tono definido. Por ejemplo, los de Thor se centran en su seriedad y
grandilocuencia, y los del Capitán América en lo desfasado que está. La
interacción entre todos ellos, juntos y por separado, es una delicia, y uno se
queda con ganas de ver más de todos ellos (en mi caso, especialmente de Thor;
llama la atención su falta de importancia a pesar de que sea el más implicado
con el villano). Todo esto va unido a una acción de ritmo sin fisuras, más allá
de alguna pausa bien situada con la función de ensamblar a los personajes y de
hacerlos evolucionar, dentro de lo que cabe, que no es mucho. Ni falta que
hace, insisto.
Por otra parte, Loki es un
antagonista que no me motiva en absoluto, pero Whedon juega muy bien con su
forma de manipular a los protagonistas (mindfucking, que dicen los americanos),
lo relega hábilmente a un segundo plano, lo usa fundamentalmente como catalizador
casi pasivo de la acción y se burla de su arquetípica ansia de superioridad.
Igual que se burla, con algo que casi podríamos llamar atrevimiento, de la
mentalidad derechista y religiosa del Capitán América; aun así, me pareció
captar un diálogo con cierto tufo político que me chirrió bastante, cuando otro
personaje dice al Capitán algo así como que con todo lo que está pasando a la
gente le hace falta “algo pasado de moda”. No sé si Whedon lo atribuye al
personaje o da su propia opinión, ni si son imaginaciones mías o lo exagero,
pero en cualquier caso no tiene mayor relevancia.
De una ligereza bienvenida pero
bien conjugada con los toques emotivos de rigor, Los Vengadores es, junto con
los Batman de Nolan y quizá alguna otra en que no caigo, una de las pocas películas
de superhéroes que me atrevo a calificar de ‘muy buenas’, pero de un modo
bastante menos serio que las del murciélago, más ligero, más de cómic, de
entretenimiento autoconsciente. Perdono el apresuramiento de los directivos o
de quien fuera por estrenar el año pasado Thor y Capitán América (la segunda también
me gustó bastante, por cierto) con tan poco margen temporal por su función
básica de servir de avanzadilla a estos Vengadores que conforman no sólo la
mejor película de la Marvel que se ha hecho hasta ahora, sino también uno de
los mejores ratos que recuerdo haber pasado en una sala de cine. Debido a la
escena insertada después de los créditos, siguiendo la tradición de las
adaptaciones de la Marvel, prevemos que habrá Los Vengadores 2. Que así sea, y
que la escriba Joss Whedon, por Dios.