viernes, 3 de febrero de 2012

Los descendientes

Título original: The Descendants.
Dirección: Alexander Payne.
Guión: Alexander Payne, Nat Faxon, Jim Rash (basado en la novela de Kaui Hart Hemmings).
Reparto: George Clooney, Shailene Woodley, Amara Miller, Nick Krause, Robert Forster, Judy Greer, Matthew Lillard, Mary Birdsong, Rob Huebel, Beau Bridges, Matt Corboy.


Con el paso de los años cada vez me tomo menos en serio los Oscar -probablemente lo de Slumdog Millonaire fue el punto de ruptura; en cambio, los Globos de Oro siguen manteniendo para mí una cierta credibilidad. En la edición de este año respiré aliviado cuando dieron el premio a mejor comedia o musical a The Artist, ese precioso homenaje y a la vez reinvención del cine mudo que, sin ser una maravilla, es claramente lo mejor del año, seguida de cerca por Un dios salvaje, aunque ésta pierde mérito por el hecho de ser una adaptación pura de una obra de teatro. Así, fiándome del criterio del jurado, me propuse ver Los descendientes, de la que no había oído hablar hasta el momento, cuando supe que había recibido el Globo al mejor drama. Del director Alexander Payne había visto, además, Entre copas y A propósito de Schmidt, grandes películas ambas, y George Clooney siempre me ha parecido un buen actor, más allá de su carisma. Sin embargo, aun sin llegar a decepcionarme, Los descendientes no llegó a darme tanto como esperaba.

El abogado Matt King (George Clooney) heredero y administrador de un enorme territorio virgen en una de las islas de Hawai. Debido a una reciente ley, él y sus primos se ven obligados a decidir a quién venderán las tierras. En pleno barullo legal, la mujer de Matt tiene un accidente de lancha y entra en coma. Así, Matt se ve obligado a ocuparse de sus dos rebeldes hijas de diez y diecisiete años y, a la vez, de poner en orden sus asuntos dada la elevada probabilidad de que su mujer no despierte.




Al fin y al cabo, Los descendientes no deja de ser una más de la interminable serie de películas independientes que giran en torno a la familia y que mezclan drama duro y comedia; se me ocurren Pequeña Miss Sunshine, Juno y la reciente Win Win, que comparten, a pesar de su tono progre, un cierto tufo conservador bastante curioso. Nada muy molesto, teniendo en cuenta la importancia objetiva de la familia y tal, aunque sí algo pesado a estas alturas. En este caso, el mensaje básico que me ha llegado es que, más que la pareja, que se agota, lo importante en la vida son los hijos, el legado.

Para llegar a eso, la película se basa en su recurso más interesante y, a la vez, más propio de Payne (era también una de las claves de A propósito de Schmidt): la ambivalencia afectiva del protagonista en relación a su mujer. A medida que investiga sobre su vida, Matt se da cuenta de que sus problemas de pareja no se limitan a un distanciamiento causado por su exigente empleo, y sus emociones y reacciones hacia las cosas que descubre son lo que proporciona la mayoría de toques humorísticos (aunque también es importante en este sentido el personaje de Sid, amigo de la hija mayor) y, además, lo que permite que Clooney se luzca.

Sin desdeñar la importancia de las hijas, en particular la mayor (muy buen trabajo de la desconocida Shailene Woodley; memorable la escena de la piscina), y alguno de los secundarios (Robert Forster está genial en el papel de suegro cabrón), el peso interpretativo recae fundamentalmente sobre el protagonista, quien plasma perfectamente la mezcla entre resignación, agotamiento, ira contenida (o no tanto), dolor y deseo de hacer lo correcto de su Matt King. Sin embargo, y aun siendo la base de Los descendientes, la complejidad del personaje y de la interpretación no me parece realmente digna de un premio del calado de los Oscar o los Globos de Oro (aunque son lógicos teniendo en cuenta el amor empalagoso que siente Hollywood por Clooney), y palidece, por ejemplo, en comparación al Schmidt de Jack Nicholson.


En ese sentido, las dos otras películas que he visto de Alexander Payne me parecen bastante superiores. Entre copas tiene un tono y un objetivo distintos, pero A propósito de Schmidt comparte, como he dicho, la ambivalencia del protagonista respecto a la desaparición de la figura de la esposa (algo me dice que el director tiene un historial amoroso jodido), y en mi opinión la trata con la misma habilidad, pero tiene un mayor interés debido a que los sentimientos del espectador con respecto a Schmidt son también ambiguos; se busca la compasión incondicional por el protagonista de Los descendientes. O eso, o que Clooney no es el adecuado para interpretar a un pringado entre patético y adorable, porque el patetismo es muy puntual.

Además, en comparación con las películas mencionadas, la estructura de Los descendientes es típica y previsible, nuevamente, dentro de los cánones del cine independiente de los últimos años. Junto a la elección de Clooney, es uno de los elementos brutalmente comerciales que me hacen intuir que el objetivo de Payne o de sus productores era ganar premios y, ya de paso, conseguir una buena recaudación en taquilla. Lo cual no está mal para cierto tipo de cine, pero no es lo que yo esperaría de un director experimental y original como éste.

En resumen, Los descendientes es una buena película que mezcla con relativo acierto el drama y la comedia aunque se decanta mucho más por lo primero, y que florece más que en ningún otro momento cuando confluyen sentimientos enfrentados en sus protagonistas. Sin embargo, tengo la convicción de que sin Clooney no se le habría dado ni de lejos tanto bombo, y no porque haga un papelón, sino porque ha servido como toque de atención respecto a la película y ha facilitado mucho las simpatías de la crítica con respecto a una película que no deja de ser típico cine indie sobre la familia con un presupuesto algo mayor de lo habitual. Nos vemos en los Oscar.


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