domingo, 25 de mayo de 2008

Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

Título original: Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull
Dirección: Steven Spielberg
Guión: David Koepp
Reparto: Harrison Ford, Shia LaBeouf, Cate Blanchett, Karen Allen, Ray Winstone, John Hurt, Igor Jijikine, Jim Broadbent.


Expectación y miedo... los dos sentimientos más comunes y comprensibles en los fans de las sagas cuando esperan una continuación. La nueva entrega de Indiana Jones es, de estas, la más esperada y temida desde que George Lucas decidiera ganar más dinero todavía filmando La amenaza fantasma. La crítica la ha calificado, en resumen, como la peor de la saga, pero no por ello mala; la recaudación, deduzco, será la esperada. Aquí, a lo importante: ¿qué me ha parecido a mí? Sinopsis, exposición y sentencia.

Veinte años después de los acontecimientos de La última cruzada, en plena Guerra Fría, Indy permanece en su puesto como profesor universitario, pero trabaja también para el gobierno estadounidense. Secuestrado por Irina Spalko, experta en parapsicología al servicio de Stalin, es obligado a encontrar lo que parecen ser los restos de un ser misterioso en el almacén secreto donde, al final de la primera entrega de la saga, fue guardada el Arca de la Alianza; tras esto, el Dr. Jones consigue escapar de sus captores. Poco después recibe la visita de un tal Mutt Williams, que le dice que un mutuo conocido, el profesor Oxley, desapareció mientras buscaba en Perú algo relacionado con una calavera de cristal sobre la que él y Jones investigaron años atrás...


Para poder disfrutar de las películas de Indiana Jones siempre hace falta fe; esto es, las tres primeras entregas tenían por McGuffin tres objetos con poderes sólo atribuibles a la religión (el Arca, las piedras, el Grial). En este caso, la fe que debemos profesar está más próxima a la de Iker Jiménez: hemos de creer en lo sobrenatural para poder creernos lo que se explica en el filme, o como poco aceptarlo para, como digo, disfrutar. Como la trilogía original, esta nueva entrega realiza un homenaje a la televisión de la época en que está ambientada; si en los casos anteriores el producto de entretenimiento básico eran ese tipo de aventuras, en esta ocasión se rememora el espíritu de paranoia que vivía la sociedad norteamericana, y por extensión la invasión por parte de otra sociedad, fría y extraña... Y no digo más, por si acaso, aunque tampoco creo que haga falta. En resumen, que no es que se cambie el esquema (si bien, eso sí, no hay una introducción tan separada como en las anteriores), sino que se adapta.

El reparto es perfecto. Ford tiene tan asumido el personaje que prácticamente no necesita actuar; Cate Blanchett es la villana con más carisma de la saga; a Karen Allen se la echaba de menos, aunque se la ve casi tan vieja como al propio protagonista. Siempre es un placer ver también a Ray Winstone, alias Beowulf, que interpreta a un compañero de batallas de Indy, chaquetero crónico, y al gran John Hurt, aquí haciendo de ¿loco? ¿visionario?, en un papel algo desaprovechado. Demasiados personajes, quizás, ahora que me paro a pensar. Finalmente, Shia LaBeouf compone al segundo del protagonista con su habitual soltura macarra, un personaje necesario si Lucas y Spielberg se deciden a realizar continuaciones de la saga. Lo cual parece más que probable, y más que temible.


Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal es una estupenda película de aventuras, como todas las de la saga, si bien no tiene tanta coherencia como aquellas (que tampoco eran el súmmum de la lógica, en cualquier caso). Si bien nos encontraremos ante un espectáculo visual impresionante, en muchos momentos, sí, digital, tan divertido ahora como el de las anteriores en su momento, en muchos momentos la película es un brutal atentado contra las leyes de la física; por poner un par de ejemplos claros, citaré el momento de los monos (que, como hay quien ya sabrá, me impiden ser totalmente objetivo en mi valoración) y el de la, digamos, explosión, que a su vez forma parte de una escena genial pero que, en conjunto, no aporta nada más que contexto. Y risas, claro.

El humor, una de las constantes de la saga, tiene aquí también un papel primordial, y por suerte no se ceba demasiado en la edad de su protagonista. Durante la mayor parte del metraje se mantiene una sonrisa constante (y hay incluso algún momento estelar aunque, por supuesto, no tan enorme como la cena hindú o la aparición de Hitler), excepto en ciertos puntos en que se sustituye por la nostalgia autoreferencial, enfocada hacia el padre del héroe y el profesor Brody. Esta ineludible autorreferencia es fundamental en la reaparición de Marion, y por consiguiente en la parte sentimental del argumento y en el desenlace, donde tiene lugar un momento que es un genial juego sobre la sucesión. ¿Colgará Indy su sombrero de la percha? Por mi parte, que lo guarde en un cajón, porque si en veinte años Lucas y Spielberg no han logrado la dificilísima tarea de igualar la trilogía original, me parece muy improbable que lo hagan en los próximos años. Y, si lo consiguen, me jodería comprarme el pack de la saga y luego tener que comprarme la quinta por separado.


Valoración: 7,5/10.

lunes, 19 de mayo de 2008

Speed Racer

Dirección: Andy Wachowski, Larry Wachowski.
Guión: Andy Wachowski, Larry Wachowski.
Reparto: Emile Hirsch, John Goodman, Christina Ricci, Matthew Fox, Susan Sarandon, Paulie Litt, Roger Allam, Rain, Benno Fürmann, Yu Nan.


Los hermanos Wachowski dijeron que se retirarían del cine después del (muy merecido) fracaso de crítica de las secuelas de Matrix. No cumplieron su promesa, pero salió bien la cosa, porque el periodo de reflexión trajo V de Vendetta, creada por ellos aunque dirigida por James McTeigue. Ahora vuelven, esta vez sí totalmente al volante (juego de palabras involuntario, one more time), con la adaptación de su serie favorita de la infancia: el anime Speed Racer, más conocido en la patria del Cid como Meteoro, su primera incursión en el terreno de lo familiar, inspirados confesamente por los ingresos.

Mi primera impresión al saber de Speed Racer fue algo así como "Menuda mierda más gorda", que se transformaría en "Ah, pues puede estar bien" y posteriormente pasaría a "Fijo que es un mierdolo"; cuando vi el tráiler, la semana pasada, hubo un factor con el que no contaba que me devolvió las ganas de verla: el mono. Había un mono vestido como una persona, haciendo gestos y cosas. Así, tras ver algunas críticas malas y algunas (menos) buenas, me decidí por fin a volver al cine.


Sí, qué pasa. Fui a verla porque salía un mono, pero no me da vergüenza confesarlo, y menos después de que me gustara bastante, sobretodo en lo visual: los escenarios tienen mucho del Tim Burton más happy, concretamente del de Charlie y la fábrica de chocolate (y por extensión de Amélie o Pushing Daisies), pero al cuadrado y generado por ordenador; la ciudad recuerda a la Coruscant de El ataque de los clones, y las carreras son un puro festín óptico, seguro que empalagoso para muchos, que es imposible ver sin pensar en algún producto psicotrópico que el título sugiere, y también con un ineludible aroma a videojuego. Los toques anime están presentes en todo el filme, tanto en la puesta en escena (por la fidelidad al original, me imagino, aunque a mí la serie me pilló bastante... inexistente) como en los gestos exagerados de algunos personajes como, sobretodo, en los combates de artes marciales, que también son lo más Wachowski del filme (hasta en V los había, sin venir demasiado a cuento), en que hasta John Goodman da hostias como panes.

Ah, John Goodman. Secundario de lujo, como casi todos los de la película; además de él, Susan Sarandon, Christina Ricci (que aquí está tan mona como buena) y Matthew Fox, así como el cantante japonés Rain, secundan perfectamente a un Emile Hirsch tan soso como su personaje solicita. Sin quejas en este aspecto, aunque sí es una lástima que Hiroyuki Sanada salga apenas diez segundos.


No hay que olvidar que es una película pensada para los críos, y en ello radican varias de sus características principales: los constantes chistes blancos (sobretodo propiciados por el hermano pequeño de Speed y su mono, y por tanto perdonables y hasta divertidos, aunque sus escenas en muchas ocasiones no están bien encajadas con la trama principal y resultan anticlimáticas) y la subordinación de lo argumental a las imágenes, que dan como resultado una película visualmente exhuberante, que por esto, repito, no gustará a muchos, y que tarda algo en arrancar pero que a los tres cuartos de hora, más o menos, toma un ritmo imparable, que la convierte en un producto tremendamente entretenido, que los niños disfrutarán mucho, y también los adultos, si tienen la suerte de conservar parte de su personalidad infantil. Y en los créditos el mono sale vestido de mecánico y bailando, hostia, ¿qué más queréis?


Valoración: 6,5/10.

viernes, 9 de mayo de 2008

Iron Man

Título original: Iron Man.
Dirección: Jon Favreau.
Guión: Mark Fergus, Hawk Ostby, Art Marcum, Matt Holloway.
Reparto: Robert Downey Jr., Gwyneth Paltrow, Jeff Bridges, Terrence Howard, Shaun Toub, Faran Tahir, Leslie Bibb, Clark Gregg.


Por lo general (y como excepción se me ocurren los Batman de Burton y, en especial, de Nolan), las películas de superhéroes son entretenidas pero, por definirlas de un modo suave, son una mierda: se basan en los efectos especiales y dejan de lado el guión y demás aspectos anticomerciales. Eso lo sabemos todos. Bien, ahora hablemos de Iron Man en particular.

La primera película sobre el hombre de hierro (queda bastante claro que tendrá continuación, tanto por el final como por la recaudación) no se aleja demasiado del promedio en ese sentido, pues su principal atractivo son sus cuidadísimos efectos especiales. Sin embargo, no cae en ese saco roñoso en el que se encuentra el grupo liderado, sin duda, por Los 4 fantásticos, ya que cuenta con una serie de virtudes muy estimables.

La primera, la básica, es Robert Downey Jr. Cuando supe que iba a ser él el protagonista no pude menos que levantar una ceja; si se os ocurre un actor menos comercial, me avisáis. Sin embargo, es perfecto para su papel, y está perfectamente respaldado por Jeff Bridges, otro actor indie de prestigio que (al contrario que el enorme Kevin Spacey en Superman Returns) hace un muy buen papel, sobretodo en sus momentos de némesis de Stark. Gwyneth Paltrow está bastante regular, pero tampoco es que el papel dé para mucho; Terrence Howard merecía más minutos.


La personalidad desenfadada e irónica del protagonista dota a la cinta de otra de sus cualidades indispensables: el humor, en muchos momentos negro, que la distancia nuevamente de las superproducciones heroicas típicas, generalmente imbuidas de un repulsivo tono de comedia blanca. Mención especial en este sentido merece el robot obsesionado con extinguir fuegos. Además, la banda sonora ayuda a Iron Man a congraciarse conmigo, al estar formada completamente por temas de Rock duro, algunos de ellos mundialmente conocidos, como Back in Black, de los AC/DC o, ¿cómo no?, una versión instrumental de Iron Man, de Black Sabbath.

¿Hay puntos negros? Claro; de hecho, no deja de ser una película de superhéroes corrientita pero con virtudes que la elevan por encima de la media. El guión está desestructurado, concediendo escasa importancia al tramo final, que por otra parte recuerda al del Hulk de Ang Lee; los secundarios están desdibujados, y muchas veces las motivaciones de los personajes son raras y/o chorras. Para comer palomitas, pero sin sentir vergüenza.


Valoración: 6,5/10.