lunes, 22 de diciembre de 2008

El intercambio (Changeling)

Dirección: Clint Eastwood
Guión: J. Michael Straczinsky
Reparto: Angelina Jolie, Jeffrey Donovan, John Malkovich, Michael Kelly, Jason Butler Harner, Eddie Alderson, Devon Conti, Colm Feore, Geoff Pierson, Amy Ryan


Pocos directores actuales merecen el respeto que siento por Clint Eastwood. Cinematográficamente, quiero decir; para mí, lo ideológico es indiferente si no interfiere con el arte... mi artista favorito es Dalí, joder (en este punto, tengo una cierta sensación de dejà vu; es probable que ya dijera esto en una crítica anterior. En fin.). Así, cada vez que se estrena una nueva película suya me emociono hasta el tembleque. Recordemos Million Dollar Baby, Mystic River, Cartas desde Iwo Jima, por mencionar obras recientes. Esta vez, sin embargo, no he sentido apenas entusiasmo. El porqué se me escapa, pero muy probablemente esté relacionado con que la protagonista sea Angelina Jolie, que no es mala actriz, pero a la que no soy capaz de asociar con proyectos serios (si trabaja en alguno es porque busca el Oscar, como por ejemplo en ese pastel que es Un corazón invencible). Cada vez me viene más frecuentemente a la mente la idea de que mi predisposición al ir al cine condiciona mi opinión de la película, y eso me da un miedo enorme. Sinopsis y crítica.

Los Ángeles, 1928. Christine Collins (Angelina Jolie) es una mujer que vive sola con su hijo de nueve años, Walter, tras la marcha de su marido al nacer el niño. Una noche, cuando Christine vuelve del trabajo, Walter no está en casa. Hasta medio año después no tiene noticias de su hijo; es entonces cuando un capitán de policía (Jeffrey Donovan) contacta con ella para decirle que el cuerpo ha encontrado a Walter. Pero, al ver al niño, Christine se da cuenta de que no es verdaderamente su hijo. Aun así, cediendo a las insistencias del policía, que le dice que "está confusa" y que "ha pasado mucho tiempo", lo lleva a casa. Está segura de que ese niño no es Walter, pero la policía se niega a ayudarla; el único que le hace caso es el reverendo Briegleb (John Malkovich), que mantiene una lucha contra la corrupción y los abusos del departamento de policía.


A primera vista, la trama no parece tener demasiada lógica. Y esto podría ser una pega, de no ser por dos cosas: que el asunto está suficientemente bien desarrollado, y que la película está basada en hechos reales. Con lo cual, en este sentido no se puede culpar al guionista, un tal J. Michael Straczinsky que, por así decirlo, no ha trabajado en demasiados proyectos serios. Y eso se nota; lo peor de El intercambio es el guión. Aunque, eso sí, el ritmo está perfectamente conseguido y, a pesar de que el metraje prácticamente alcanza las dos horas y media, la película en ningún momento cansa, y de hecho se pasa volando; ni siquiera los infinitos giros argumentales desquician, puesto que son la causa de que el espectador sienta la emoción principal que se quería transmitir: impotencia. Sufrimos sinceramente junto al personaje de Christine (cumplidora Jolie, en absoluto oscarizable, aunque sigue siendo esta su pretensión) que, eso sí, se siente quizá demasiado monótono, poco desarrollado, a pesar de que la trama se centra en él.

No sólo el personaje de Jolie es unidimensional, sino que lo son prácticamente todos los demás; tan sólo uno se libra del adjetivo y consigue despertar incertidumbre en el espectador. Decir qué personaje es sería espoileador, con lo cual no profundizo más en esto. Pero, como digo, casi todos los personajes son terriblemente maniqueos: los buenos son el prototipo de la pureza moral, los malos son demonios. Como ejemplos, los personajes de (un extrañamente contenido y frío) John Malkovich y Jeffrey Donovan, el reverendo y el policía, extremos opuestos. De paso, comento que me resultaría molesta la identificación de la bondad con el personaje religioso de no ser porque el reverendo Briegleb existió realmente. Al menos, su faceta profesional (ehem) es secundaria; se trata muy por encima, como si el personaje la utilizara casi exclusivamente para llevar su discurso a las masas.


El reverendo Briegleb representa la lucha contra la corrupción del departamento de policía de Los Ángeles, de cuyas injusticias Christine Collins es símbolo, y el capitán Jones, ejecutor. Resulta muy interesante ser testigo de lo que se nos cuenta en este sentido y, como digo, el sentimiento de impotencia que se nos quiere transmitir está conseguido en todo momento. No sé si hay una crítica al sistema policial de la época, o si éste simplemente se utiliza como medio para crear indignación; espero que lo cierto sea esto último, porque la utilidad de criticar algo superado (diría, pero al no ser de Los Ángeles no puedo confirmarlo, claro está) setenta años atrás me parece bastante cuestionable.

El guión no es débil estructuralmente; el problema es que Straczinsky lo construye a base de tópicos, efectismos y simplificaciones. Muchísimas escenas, sobre todo las teóricamente dramáticas, contienen situaciones trilladísimas, soluciones de guión tremendamente típicas. En cualquier caso, esto no molesta tanto como los efectismos (hay mezclas entre lo típico y lo efectista, con lo cual se alcanza incluso la ridiculez); buena parte del metraje tiene lugar en una institución mental, retratada de la forma más obvia y exagerada que uno pueda imaginar. No quiero, eso sí, echarle toda la culpa al guionista; al fin y al cabo, fue Eastwood el que aceptó rodar la aparición súbita de una gallina como medio para sobresaltar. Vergonzoso.


Hay un problema con criticar esta película: la trama evoluciona constantemente (es por esto que se hace tan admirablemente amena), y dar cualquier detalle sobre acontecimientos concretos hace peligrar la capacidad del espectador para sorprenderse. Más de lo normal, quiero decir. Hay varias escenas geniales, pero mencionarlas desvelaría demasiado del argumento. En cualquier caso, lo básico es que la película consigue mantenerse a un nivel más que aceptable durante todo el metraje; no decae, sino que los defectos se mantienen constantes (además de los ya mencionados, es necesario comentar que los diálogos son bastante flojos).

El trabajo en la dirección es, como siempre, sobrio, elegante. Eastwood no es Kubrick; no hay una voluntad innovadora, casi ni siquiera artística, en sus películas, sino que utiliza procedimientos comunes a la perfección para crear obras clásicas. Su mayor virtud es su capacidad para encargar o escoger los guiones, pero en este caso ha fracasado. En El intercambio, Eastwood confunde lo clásico con lo típico, creando a una película que, si bien no puede considerarse mala -está bien rodada, mantiene la sensación de intriga y desasosiego durante todo el metraje-, resulta muy decepcionante. Veremos qué tal su siguiente película, El Gran Torino, protagonizada por él mismo (ya se le echaba de menos); las críticas no son demasiado halagadoras... aunque, bueno, las de El intercambio sí lo son.


Valoración: 6,5/10.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Appaloosa

Dirección: Ed Harris.
Guión: Robert Knott, Ed Harris (basado en una novela de Robert B. Parker).
Reparto: Ed Harris, Viggo Mortensen, Renée Zellweger, Jeremy Irons, Timothy Spall, Lance Henriksen, Ariadna Gil.


Me encanta el western. Parece que, hoy en día, dentro de la rareza que comporta ser joven y cinéfilo, más raro aún es ser fan del género. Género que -y a pesar de lo muy trillada que está la expresión- es el único verdaderamente propio, originario, del cine, al ser el único que no fue tomado de la literatura. Se me ocurre que puede haber quien diga que, a quien no le guste el western, no es un cinéfilo. Lo cual sería una gilipollez en toda regla, pero no carecería de un cierto sentido. Así, no es de extrañar que el fenómeno revival del western que se está produciendo actualmente me haga relativamente feliz.

La gigantesca Sin perdón de ese maestro que es Clint Eastwood destruyó el western con contundencia implacable. Así, el género permaneció en silencio, a pesar de las estruendosas basuras (recordemos Wild Wild West o la -eso sí- divertida Rápida y mortal) que lo apedrearon, durante unos diez años. De esta etapa cabe destacar, por su originalidad, su poesía y su onirismo, la extremadamente infravalorada Dead Man, uno de los mejores western de la historia, con un Johnny Depp en estado de gracia. Y, por supuesto, hay que mencionar la serie Deadwood, western sucio, calmado, real y, por encima de todo, magistral. Pero fue, en mi opinión, Open Range la obra que lo devolvió al mundo, por su decente clasicismo, aun sin ser una gran película.

Posteriormente, y hace muy poco, llegarían varias películas más, todas casi al unísono -aunque en España, sabe Dios por qué, han llegado todas tardísimo-: Seraphim Falls, buena persecución con un interesante y extrañísimo giro hacia el cuento popular; El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, maravilla decadente lamentablemente ignorada en los Oscar; El tren de las 3:10, una chorrada agobiante y vacía sin la tensión ni la atmósfera de la película original, que sin embargo ha tenido una gran aceptación tanto en crítica como en público. Ahora llega Appaloosa, dirigida por Ed Harris (mucho más conocido por su faceta de actor)... película de la que me veo obligado a reconocer que lo que más me llamaba la atención era el título. Empecemos pues.

1882. En la ciudad de Appaloosa, el ranchero Bragg (Jeremy Irons), que dice ser amigo del presidente de los Estados Unidos, mata al sheriff cuando éste intenta arrestar por violación y asesinato a dos de sus hombres. A raíz de esto, los hombres más ricos de la ciudad firman un contrato con el justiciero Virgil Cole (Ed Harris) y su ayudante, Everett Hitch (Viggo Mortensen), mediante el cual estos toman el control legal de Appaloosa para detener y llevar a juicio de Bragg. Al mismo tiempo, llega al lugar Allison French (Renée Zellweger), una viuda (teóricamente) atractiva con la que Cole iniciará una relación.


Seguramente lo más curioso de Appaloosa sea su, sobre todo hoy en día, desacostumbrada falta de acción, a pesar de lo que la trama principal induce inevitablemente a pensar. Por lo general, las discusiones se resuelven mediante palabras; si hay tiros, estos duran muy poco, apenas unos segundos: lo necesario, lo creíble. Cosa que seguramente decepcionará a quien espere ver otro cúmulo de tiroteos como el remake de 3:10 to Yuma. Así, la trama de la detención del ranchero se entremezcla con los líos sentimentales del sheriff Cole y la viuda French, en la que se ven envueltos la mayoría de los personajes de la película.

A pesar de que es esto lo que dota a Appaloosa de una personalidad propia (que de otro modo no sería posible, dada su casi nula imaginación tanto en la trama como en los detalles), a mí se me hizo molesto, por una razón muy simple: Renée Zellweger me da asco. No sólo por esa cara horrible y falsa que tiene, que hace parecer que cuando sonríe le están absorbiendo la piel de la frente con una aspiradora, sino también porque es una actriz bastante lamentable, cuyo éxito jamás he sido ni seré capaz de explicarme, y que en ningún momento está creíble, porque su personaje necesita atractivo y gracia, y ella se los resta en gran medida.


Hay presente un humor raro, que humaniza a los personajes y descoloca al espectador. Virgil Cole empieza como un hombre típico del western clásico, un tipo duro mítico, admirado y admirable, pero se revela enseguida como lo que realmente es: un gran pistolero, pero ignorante (pide ayuda de forma constante y abierta a su ayudante, Hitch, para que le ayude a dar con palabras concretas) y con una inteligencia emocional casi inexistente; cuando la mujer, Ally, le pone en evidencia en un bar bromeando sobre esto, Cole ataca sin razón lógica a un tipo, y Hitch debe detenerlo y abrazarlo durante unos segundos hasta que se calma. Momento incómodo y sublime.

Existe en Appaloosa una cierta voluntad desmitificadora del western, o eso me hacen pensar los personajes humanizados y la acción realista. En muchos momentos he pensado que Appaloosa es una versión de Río Bravo (oh, el título ya me produce semierecciones) tomada desde otro punto de vista. Al igual que el sheriff Cole, su partenaire, la viuda Ally, es un arquetipo de personaje tomado desde un ángulo extraño y creíble: pasa de ser la mujer alegre que se enamora del sheriff a una persona miedosa y, según para quién, rastrera, que intenta estar siempre al lado del "macho dominante". Sin embargo, esto a lo que me he referido como desmitificación del western ya fue llevado a cabo hace quince años, de una forma más sutil, más completa y, en resumen, mucho mejor por esa maravilla que es Sin perdón.

Del personaje de Jeremy Irons hay poco que comentar; es la excusa para el desarrollo de la trama y del resto de protagonistas, no aparece tanto como cabría esperar y sólo transmite una sensación moderada de amenaza. Sus motivaciones para el asesinato que comete al inicio de la película no quedan suficientemente explicadas, o no se desarrollan bien; al menos yo no llegué a entender si protege a sus hombres por lealtad o por enemistad con el muerto. Hay un punto relacionado con él en el que creo que también hay una cierta rotura de lo convencional, tímida, eso sí: amenaza de muerte a un personaje, y éste apenas si aparece posteriormente (eso ya no es rotura de nada, sólo falta de desarrollo). Es decir, no ocurre eso típico de que, de algún modo, la venganza se lleva a cabo. Me parece bien, quizá, aunque se sigue sintiendo incompleto.

El verdadero héroe es el personaje de Viggo Mortensen. Si bien Harris se reserva el papel más grande, no es el protagonista de la historia, al menos no en el sentido real de la expresión. Cole se lleva los méritos, pero en realidad depende en todo momento de Hitch, consejero, conciencia, soporte y, sobre todo, amigo. El personaje de Harris dice al de Mortensen que no es tan buen pistolero como él "porque tiene sentimientos". Pero es eso lo que, finalmente, le hace superar a Cole, al supuesto héroe. Y, claro está, Mortensen, actorazo injustamente olvidado por esa fábrica de fama que es Hollywood, vuelve a reivindicarse, aunque tampoco sea éste uno de sus mejores papeles.


Es Everett Hitch, además, el narrador, y de este modo interviene brevemente en la película en dos ocasiones: el principio y el final. El monólogo inicial me pareció innecesario, o al menos solucionable mediante diálogos (es tan sólo la presentación de los dos protagonistas, y esto podría hacerse, por ejemplo, mediante preguntas de algún secundario); sin embargo, toma sentido gracias al cierre, que posee el mérito de destruir, como dice el propio Hitch, las consecuencias previsibles de la "acción final" -si bien nunca llegamos a saber en qué consiste esta imprevisibilidad. Lo cual mola.

Y el resultado es una película interesante, rara, original en el fondo pero no tanto en la forma, pausada y pesada, silenciosa, con personajes muy buenos en el concepto pero que no siempre están tratados correctamente, ya sea a causa del guión o del intérprete, arriesgada, incompleta, que paradójicamente intenta resultar trascendente en su falta de trascendencia, en su cotidianeidad insólita, por la humanidad chocante que desprende, y no lo consigue. Además, atención: ¡hay indios!

Clint Eastwood (Sin perdón) enterró en un hermoso panteón el cadáver demacrado del western. Jim Jarmusch (Dead Man) intentó resucitarlo mediante un ritual vudú. Kevin Costner (Open Range) le llevó flores. Finalmente, han sido Andrew Dominik (El asesinato de Jesse James...) y, sobre todo y a mi pesar, James Mangold (3:10 to Yuma) los encargados de exhumar el cuerpo y de devolverlo, mediante prácticas misteriosas, a la vida. Ed Harris y su Appaloosa no han sido demasiado exitosos en su intento de alagársela un poco más, pero al menos se han atrevido a experimentar una técnica nueva. Veremos cuánto tarda en pudrirse el cadáver.


Valoración: 6,5/10.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Quantum of Solace

Dirección: Marc Forster.

Guión: Paul Haggis, Neil Purvis, Robert Wade.

Reparto: Daniel Craig, Olga Kurylenko, Mathieu Amalric, Judi Dench, Giancarlo Gianinni, Joaquín Cosio, Jeffrey Wright, Gemma Arterton, David Harbour, Jesper Christensen.


Siempre me han resultado desagradables las películas de 007, porque siempre me han resultado desagradables los 007. Esos seres elegantes, impecables, perfectos, se me hacen no ya difíciles de querer, sino simplemente de soportar. Pierce Brosnan es un coñazo de actor, pero es que ni Sean Connery, teórico “mejor Bond”, ha escapado de mis muecas de repulsa. A pesar de esa forma tan graciosa que tiene de pronunciar las eses. Je. Eso me encanta. Lo que quiero decir es que, para mí, Casino Royale fue una grata, gratísima sorpresa: Bond pasaba de ser un tipo con esmóquin que ligaba incomprensiblemente y usaba aparatos absurdos a un buen espía con habilidades de combate superguays y un carisma enorme... al que le quedaban mal los trajes. Pero es que, además, la película era muy buena. Así, sin más. Y apenas si tenía tópicas; es decir, que casi ni parecía una de 007, exceptuando la trama, que es la más 007 de todas (lógicamente, siendo la primera de las historias sobre el personaje que escribió Ian Fleming, una saga que Hollywood tomaría a su modo). Compréndase pues por qué esperaba mucho de Quantum of Solace y, tras leer la crítica completa –si aguantáis-, por qué no lo obtuve.

Quantum of Solace sigue la trama iniciada en Casino Royale donde ésta acaba; por tanto, si no la habéis visto y pensáis hacerlo, os recomendaría que no leyerais mi sinopsis, en el siguiente párrafo (en los siguientes intentaré obviar los detalles spoilerianos en relación a la primera parte). Si no la habéis visto y no pensáis hacerlo pero sí ver Quantum... os recomendaría que os lo replantearais, además de porque Casino es –y lo digo de primeras- bastante mejor, porque ésta no funciona como una película independiente, y es difícil de entender de por sí, con lo cual no habiendo visto la anterior debe ser una cosa totalmente incomprensible. He aquí el primer handicap, que no había previsto al ponerme a escribir el párrafo. En fin, eso, que si no habéis visto la otra o tal no leáis la sinopsis.

Al final de Casino Royale, Bond (Daniel Craig) descubrió que su chica, Vesper, que lo había ayudado en su sabotaje de las acciones de Le Chiffre y por la que había decidido dejar el Servicio de Inteligencia de Su Majestad, trabajaba en realidad para la misma gente que su enemigo, ínfima pieza de un entramado mucho mayor eliminada ya por este mismo. En busca de respuestas o de venganza, Bond sigue una pista dejada por Vesper antes de morir también a causa de la organización, y llega al señor White (Jesper Christensen), al que dispara en una pierna. Aquí acaba Casino Royale. Lo mete en el maletero de un cochazo. Aquí empieza Quantum of Solace. Huyendo de ya no recuerdo quién, llega a una especie de Batcueva en la que se encuentra la jefa de Bond, M (Judi Dench), que empieza a interrogar a White. Éste se ríe de la falta de información del Servicio Secreto, diciendo que no tienen ni idea de con quién están tratando, y que ellos tienen gente "en todas partes". Acto seguido, uno de los agentes de M inicia un tiroteo en el que White escapa. En busca, de nuevo, de respuestas o de venganza, Bond indaga sobre esta organización misteriosa y encuentra a la bastante muy atractiva Camille (Olga Kurylenko), a la que sigue hasta Dominic Greene (Mathieu Amalric), un multimillonario que convierte tierras en reservas naturales, con intenciones supuestamente filantrópicas, pero que en realidad está envuelto en las actividades de la organización.

¿Lío? Sí. Bueno, al menos para mí pero, teniendo en cuenta que yo me lío con CSI, no se me puede hacer mucho caso en ese sentido. He leído que la película tiene un “ritmo constante”. Mentira. “Ritmo constante” es lo de El caballero oscuro, El templo maldito o la saga Bourne. Quantum of Solace empieza muy Bourne, pero acaba demasiado Bond. Me explico. El caso Bourne fue una reinvención del género de acción de espías, de la que Casino Royale se nutrió para renovar la anquilosada franquicia. Aportó un componente de acción realista que se mantenía excepto en alguna que otra sobrada típica de los 007 (nada muy grave, eso sí), y que impregna también la primera parte de esta nueva entrega, aunque no como en la anterior (hay bastante más acción, algo menos de realismo y persecuciones que recuerdan quizá demasiado tanto a Casino como a Bourne).

Quantum of Solace empieza muy Bourne y acaba demasiado Bond. Me explico. Paulatinamente, de las persecuciones y las peleas creíbles (creíbles, claro está, entre gente que sabe conducir, correr y dar ostias) la cosa empieza a pasar, coincidiendo con la entrada del malo principal en la trama, a lo increíble. No hay, por suerte, abominables gadgets de esos con que se relaciona tan fácilmente la saga, pero ni falta que hacen: sobrada tras sobrada, Bond gana sin mucho problema con la peor lancha y la peor avioneta. En fin. Además, como digo, con la entrada de Greene todo empieza a bajar, y pasa de ser una buena película (aunque los defectos se hayan convertido en la base de esta crítica) a una película de 007. La relativa lógica de la trama se abstrae, se agranda de forma típica (no es la pollada esa del Ícaro de Muere otro día, pero en fin), y Bond comprende, pero nosotros no. Es una mierda eso de que los personajes se expliquen cosas que se supone que ya deben entender, pero eso es uno de los extremos; también jode que el espectador no se entere de nada. Y eso pasa aquí. Al final, un personaje dice a Bond algo así como “Ya te he dicho todo lo que querías saber sobre Quantum”. Y es probable que yo me perdiera en algún momento, pero diría que ésa es la primera y única ocasión en que se menciona eso de “Quantum”.

La dirección es muy buena; me choca que Marc Forster, director de Monster’s Ball, Descubriendo Nunca Jamás, (la infravalorada) Más extraño que la ficción o Cometas en el cielo, sea el responsable de una película de este estilo, tan “de productora”. Pero sí, lo hace bien. Las persecuciones no son, como las de Greengrass, perfectas, pero sí mejores de lo que estamos acostumbrados a ver, y las escenas de acción están muy bien rodadas. Destaco en este apartado la escena de la ópera, con un Bond muy impactante y con un montaje que aun siendo altamente videoclipero funciona estupendamente.

El Bond de Casino Royale era grande. Tenía mucho de héroe de acción, pero sangraba y tal, y esas cosas que siempre se dicen; la cosa es que daba bien las ostias, y aun así no era músculo, y conseguía encandilar al espectador –y no sólo a las mujeres de la película- con su labia y su astucia. Era rudo, insubordinado y pícaro. Un Bond humano, cuya fragilidad quedaba demostrada a causa de la ¿traición? de la recta final. Ahora, busca un poco de consuelo (o “un cuanto –como unidad física- de solaz”, título que en inglés suena genial pero es igualmente oscuro que al traducirlo literalmente), un porqué. Respuestas. Venganza, aunque no quiera reconocerlo. No puede dormir, y su actitud viene a ser la misma que en Casino, pero ya no por naturaleza: Vesper cambió su personalidad, y tras su relación con ella se ha convertido en un cínico. Y se le humaniza más aún, gracias a la reaparición del personaje de Mathis, su consejero en la primera parte. Y eso a mí, al menos, me mola.

Los demás actores están, de media, aceptables. Olga Kurylenko no lo hace mal, y está, por decirlo de forma suave, tremendísima, pero (en cuanto a interpretación y personaje) después de la Vesper de Eva Green sabe a poco. Judi Dench es, claro está, una gran actriz, y su M posee un cierto encanto, pero no pasa de ser un personaje necesario, sin desarrollo. Jeffrey Wright llamaba poco la atención en la Casino Royale, pero aquí está de risa: logra la aplaudible tarea de sobreactuar en su estoicismo. Supongo que con el propósito de hacer que, al menos, se notara que estaba en pantalla. En cuanto a Mathieu Amalric, psé. Consigue dar asco (genial el momento del hacha), pero el guión le da un personaje confuso y poco interesante al que no engrandece. Aunque no habría sido eso tarea fácil. También tiene un papelito (me veo obligado a decirlo: ¡nuestro!) Fernando Guillén Cuervo, muy típico y que apenas si sale, pero al que me hacía gracia, por razones obvias, mencionar.

Bond 22 no me resulta vomitiva, como la mayoría de los 20 primeros Bond, aunque tampoco sea, ni de coña, una buena película de acción de espías como lo fue Casino Royale, gracias a que comparten protagonista, aunque ni éste mismo sea lo que era. E intuyo que, mientras Craig sea Bond, la cosa seguirá así. Finalmente, la trama se convierte, como viene siendo habitual (aprovecho para comentar que, a pesar de lo que pueda desprenderse de esta crítica, de la saga Bourne sólo he sido capaz de disfrutar la primera entrega), en una excusa para la introducción de persecuciones y secuencias de acción que, por suerte, y a pesar de la bajada casi progresiva de nivel, están muy conseguidas, y hacen que nos olvidemos de que hay una intriga a la que dar respuesta. Obviamente, la tercera parte seguirá la trama y, espero, me ayudará a enterarme de una puta vez qué coño pasa.

Valoración: 6/10.

martes, 11 de noviembre de 2008

JCVD

Dirección: Mabrouk El Mechri.

Guión: Frédéric Bénudis, Mabrouk El Mechri, Cristophe Turpin.

Qué pienso yo de Jean-Claude Van Damme. Que es un pseudoactor de mierda, típica estrella de películas de acción lamentables, de esas de las que sólo soy capaz de ver escenas sueltas (a no ser que sean tan ridículas que me hagan descojonarme), sin ningún valor cinematográfico. Me suena que algunas de ellas no son del todo malas, a su modo: Blanco humano. Soldado universal. Kickboxer. En cualquier caso, el tipo de acción con que siempre se ha relacionado -o he relacionado- a Van Damme no es lo mío. Qué más sé de él. Que tuvo, de forma poco original, su época drogadicta; que realizó un baile patético en una de sus películas; que éstas ya ni pasan por los cines, sino que se venden directamente; que se puso palote en un programa de televisión, tras restregar sus (comparativamente con el resto del cuerpo) infradesarrollados genitales contra la pierna de una pobre mujer. Lo que vengo a decir es que no asociaría jamás a Van Damme con algo positivo. Mentira; ya no puedo hablar así. No en presente, al menos. Mi concepción sobre este hombre ha cambiado, como cambiará la de cualquiera que vea JCVD. ¿Razones? Léase.

Jean-Claude Van Damme es un actor que pasa por una crisis. (Sí, no excesivamente queridos amigos: esto es la sinopsis.) Su carrera se estancó en subproductos de acción desde su mismo inicio, pero hace muchos años que ni siquiera es popular en su género. Ahora simplemente usa sus películas como medio de subsistencia, pero resultan insuficientes cuando necesita dinero para pagar a su abogado los honorarios por el juicio por la custodia de su hija. Para alejarse durante un tiempo de sus problemas, Van Damme viaja a su ciudad natal, Bruselas. Allí, tras ser reconocido por dos fans, dueños de un videoclub, entra en una oficina de correos; minutos más tarde, desde el interior se inicia un tiroteo. La policía ha visto la cara de Van Damme en una ventana, y contacta con él: les dice que, a cambio de la liberación de los rehenes, quiere el dinero suficiente como para pagar a su abogado.

Antes de ver la película, creía que su gracia consistía únicamente en ver a Van Damme, nuestro amado Van Damme, ridiculizado por él mismo. Y sí, Van Damme interpreta a Van Damme, un tipo que es bastante risible, y nos obsequia con momentos de un humor patético genial, basados principalmente en la burla de su carrera (ejemplo único de chiste, que no es plan de cargarse la película: Steven Seagal le roba un papel porque promete cortarse la coleta por primera vez. Sublime.), aunque no sólo en relación a él, sino también al comportamiento de sus fans (eso de quitar un cigarrillo de la boca de una patada... es difícil). Sin embargo, esto no es todo. Van Damme da pena y lo sabe, y sabe también que ni Dios le toma en serio; así, decide derruir su imagen entre risas amargas para, tras ello, reconstruirse. Jean-Claude Van Damme se redime. Se redime como personaje, tras un enorme monólogo dirigido directamente al espectador, por emotivo, incómodo (y algo lastrado por la sobreactuación y la imposibilidad de extrapolarlo en su totalidad al verdadero Van Damme), convirtiéndose en un héroe, aunque uno humano; se redime como actor –y he aquí lo más chocante de la película-, demostrándonos que verdaderamente sabe actuar. Uala.

El otro punto a favor principal es la originalidad. Hay muchos biopics, pero en ninguno el protagonista está interpretado por sí mismo (que yo sepa; siempre “que yo sepa”); muchas veces un actor se ha interpretado a sí mismo, pero nunca hasta el extremo en que lo hace aquí Van Damme, menos aún mezclando de este modo realidad y ficción. Así, JCVD deja de ser una simple película para pasar a formar parte de esa hermosa, hermosa cosa que es el metacine. Facultad (o característica, como prefiráis) incrementada por las ya mencionadas palabras de Van Damme al espectador, de tú a tú, con las que nos destroza diciéndonos que le es muy difícil juzgarnos por ser incapaces de no juzgarlo. Hijo de puta.

Sin embargo, JCVD también funciona decentemente como un thriller criminal –género del que, en realidad, tiene casi más que de comedia. La ordenación temporal de los actos (y los títulos de estos) es tarantiniana, como también lo son, en parte, los diálogos. Y sí, la violencia, si queréis, pero por Dios, no me seáis tan simples de reducir a Tarantino a la violencia (y a la violencia a Tarantino). En la trama del atraco no existe demasiada originalidad, pero esto es excusado por la voluntad de los guionistas de ridiculizar no sólo los papeles de Van Damme, sino también sus películas en sí. El conjunto mejora gracias a la excelente dirección del novel Mabrouk El Mechri, que dota todo de un tono casi siempre realista, en ocasiones onírico, en todo momento de un ocre crepuscular. A destacar las escenas de acción que, si bien no son el elemento predominante, están. Pero no son espectaculares; de hecho, la película se inicia con la única secuencia que lo es, incluida precisamente en el rodaje de una película.

JCVD es una de las películas más sorprendentes que se han estrenado en los últimos años (o, ya que me pongo en este plan... ¡qué coño: una de las más originales de la historia del cine!), la unión más clara, o descarada, de una historia real con una de ficción; me acaba de venir a la mente Adaptation, pero ¡ah!, aquello era guionista-personaje, no actor-personaje... o actor-actor. Ambas, más bien... no sé ya. Se olvida bastante la importancia de esto, pero para mí lo es tanto como el objetivo de la película, lo que generalmente se ensalza de ella, aunque muy merecidamente: en JCVD Van Damme se desnuda interiormente, quizás no con total sinceridad, pero sin duda con total coherencia, escupe sobre toda su carrera y reniega de ella, al tiempo que la justifica y nos pide perdón... y nos perdona. Hijo de puta.

Valoración: 7,5/10.

viernes, 17 de octubre de 2008

Quemar después de leer

Título original: Burn After Reading.
Dirección: Joel Coen, Ethan Coen.
Guión: Joel Coen, Ethan Coen.
Reparto: Frances McDormand, George Clooney, John Malkovich, Brad Pitt, Tilda Swinton, Richard Jenkins, David Rasche, J.K. Simmons, Olek Krupa.


Nunca he tenido las expectativas muy altas en cuanto a Burn After Reading (me mola más cómo suena en inglés), por dos motivos: uno, que apenas si han pasado ocho meses desde el estreno del estreno de su última película (y obra maestra), la archiconocida y archioscarizada No es país para viejos, con lo cual me esperaba un filme no especialmente trabajado; dos, que las otras comedias ligeras de los Coen me gustan pero no me vuelven loco. Siempre está presente el humor negro en las películas de los Hermanos, pero lo prefiero con una función complementaria, contrastiva; cuando se convierte en el centro de la obra, para mí suele perder parte de su atractivo. Ladykillers y Crueldad intolerable son las películas de los Coen con las que, a través del tráiler y los comentarios de crítica y público, es más fácil relacionar Burn After Reading, y para mi gusto son (no he visto Arizona Baby ni El gran salto, eso sí) las peores de los Hermanos. Con lo cual. Eso sí: leí hace unos días que alguien la comparaba con El Gran Lebowski, cosa que me produjo una semierección, que contuve tanto como pude, porque El Gran Lebowski es El Gran Lebowski, y yo ya tenía en la mente la idea inamovible de que ésta iba a estar, simplemente, bien. ¿Lo está? La respuesta, tras la sinopsis. (Molaría poder tachar al escribir aquí... habría tachado la palabra "publicidad". Y eso. En fin.)

Un ex-analista de la CIA alcohólico gilipollas llamado Osbourne Cox (John Malkovich) decide escribir sus memorias para desvelar algún que otro secreto de la agencia para la que trabajaba. Su mujer (Tilda Swinton), una pediatra frígida, está liada con un agente del tesoro adicto al sexo gilipollas (George Clooney) que conoce mujeres a través de Internet. Ella quiere el divorcio; la secretaria de su abogado pierde el CD con los datos financieros del matrimonio en el gimnasio al que va, donde trabajan Linda (Frances McDormand), una típica americana de mediana edad gilipollas obsesionada con hacerse cuatro operaciones de cirugía estética y con conocer a un hombre por Internet, y Chad (Brad Pitt), un monitor gilipollas per se. El conserje del gimnasio encuentra el CD. Linda y Chad, tras "descubrir" que pertenece a Cox, pretenden devolvérselo, pero al pedirle una pequeña recompensa éste cree que le están haciendo chantaje en relación a sus memorias. Así, Linda "se da cuenta" de que puede sacarse unos buenos dineros, y decide llevar a cabo tal extorsión.


Me ha costado la ostia decidir cuál coño es el argumento de la película. No sé si tiene una trama o varias o si la trama del CD es la central o qué cojones; voy a decir que Burn After Reading es un lío enorme y tremendamente absurdo en que todo encaja perfectamente. La trama ¿criminal? no es lo más importante de la película, sino que tiene dos funciones: la humorística y la vertebradora. Sirve como nexo y otorgadora de sentido de las relaciones entre los diferentes personajes, que son lo que ocupa más minutos del metraje. Los Coen necesitan violencia. Casi siempre unen estos dos elementos, la trama criminal y el humor negro/surrealista/negro-surrealista; lo que varía es cuál de los dos es el predominante. Fargo no me hizo gracia la primera vez que la vi, sino que la tomé como un thriller genial; sólo en el segundo visionado entendí su verdadera naturaleza. Muerte entre las flores, la mejor de los Hermanos, posee un humor violento extrañamente poético. Hasta en la muy seria No es país para viejos hay un importante número de toques de humor sarcástico (magistral conseguir hacer reír mediante la traslación literal de los diálogos ultrasecos de Cormac McCarthy). El argumento de cine negro clásico de El Gran Lebowski es una excusa para una sucesión de personajes y escenas surrealistas. En eso se parece a Quemar después de leer. En Crueldad intolerable el elemento criminal es una excusa para una historia sobre relaciones personales. En eso se parece a Quemar después de leer.

La forma más sencilla de definir Burn After Reading es como una ida de olla. Habréis notado en mi sinopsis que todos los protagonistas son considerablemente gilipollas; la trama criminal (más bien, como ya he dicho antes, ¿criminal?) se basa en las paridas y paranoias de unos y otros. Lo que sucede no tiene sentido alguno, porque avanza mediante las ideas absurdas que se van montando los protagonistas, que vienen a ser algo así como gente corriente que se cree que es mucho más importante de lo que es o que vive dentro de una película (ya me entendéis, supongo, aunque así en retrospectiva la crítica me está quedando algo más incomprensible de lo habitual): el ex-agente de la CIA se cree que sus memorias tienen alguna relevancia; los trabajadores del gimnasio, que los datos bancarios de éste son datos sumamente importantes en los que los rusos estarán interesados; el adicto al sexo, que un espía lo persigue. Y así todo.


Había leído que el mejor papel de la película es el de Pitt. No lo es. Al menos doblado, es divertido pero no mata; están mejor Clooney (en un personaje, como el de Pitt, con el sex-appeal bajo cero) y, especialmente, Frances McDormand, que si bien es una intérprete recurrente en las películas de los Coen por estar casada con uno de ellos, es muy buena (Oscar en Fargo, recordemos). Richard Jenkins está también muy divertido; Tilda Swinton (que en la vida real es una jipi y siempre hace este tipo de papeles en plan dominatrix) sale poco y tiene un papel complementario. Malkovich se limita a soltar tacos sin parar y a resultar odioso. Aunque, joder, aquí todos son odiosos. (Lo cual es bueno)

Quemar después de leer es, en definitiva, un cacao brutal, siempre entretenido, en muchas ocasiones divertido y, en algunas (principalmente las dos escenas en que dos agentes de la CIA intentan averiguar el sentido de las acciones de los personajes, o cuando el propio espectador se da cuenta de lo estúpido que resuta todo), descojonante. Comedia absurda inteligente que, como todas las de los Coen excepto El Gran Lebowski, es un plato que, aunque deja buen sabor de boca, sabe a poco, porque sabemos que saben cocinar mejor, y nos quedamos con ganas de más. Sí, este pseudolío alimenticio final es premeditado. ¿Que si lo he escrito por alguna razón, decís? No. Ciertamente no.


Valoración: 7/10.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Tropic Thunder

Dirección: Ben Stiller.
Guión: Ben Stiller, Ethan Coen, Justin Theroux.
Reparto: Ben Stiller, Robert Downey Jr., Jack Black, Jay Baruchel, Brandon T. Jackson, Nick Nolte, Matthew McConaughey, Tom Cruise, Brandon Soo Hoo, Steve Coogan, Danny R. McBride, Bill Hader, Reggie Lee.


Además de un nuevo caso de subtitulación lamentable (me niego a poner aquí esa mierda de rima que han añadido los de la distribuidora al título... por cierto, al ir al cine vi también el cartel de Escondidos en Brujas; os diré simplemente que, debajo de la palabra "Brujas", han escrito "Está en Bélgica"), Tropic Thunder es una nueva comedia absurda hollywoodiense de esas que abundan desde hace una década, más o menos. Fue precisamente Ben Stiller, director de esta Tropic Thunder, uno de los principales impulsores del género (recordemos la -en cierto modo- gran Algo pasa con Mary); sin embargo, llevaba años sin trabajar en nada decente. De hecho, casi diría que desde Algo pasa con Mary (lo diría, eso sí, desde la inexperiencia del que no ha visto Zoolander). Como me estáis leyendo, deduzco que sois gente inteligente, y por tanto deduzco que habréis deducido por las frases anteriores que, en efecto, Tropic Thunder me ha parecido decente. Al menos. Si, como supongo, os meáis encima de las ganas de saber más sobre mi opinión, seguid leyendo; si no... ¿qué cojones hacéis aquí? Cerrad el puto Firefox e id a masturbaros con un plátano (sí, hombres del mundo: os podéis follar una piel de plátano, y da cierto gusto. ¿No lo sabíais?). O algo.

El que me lea con más o menos regularidad habrá notado ya que normlamente se me va algo la pinza en las introducciones de mis críticas; en esta ocasión, sin embargo, se me ha ido más de lo normal. Ha sido una cosa natural, espontánea... hermosa, en resumen. A lo que voy es a que, quizás, tanta gilipollez venga a cuento en esta ocasión; puede que me haya vuelto más enfermo -espero que temporalmente- tras ver Tropic Thunder, y tal enfermedad encaja bien en una crítica de esta película. Básicamente es eso: una cosa tremendamente enferma, más bestia que divertida, y más divertida por bestia y enferma. Lo cual, para mi gusto, está muy bien. Claro que -como habrá notado el que me lea con más o menos regularidad- soy un cinéfilo poco exigente. Sinopsis, que me pierdo, y crítica que, espero, tendrá un tono más aceptable que el de los dos párrafos que llevo.


El rodaje de Tropic Thunder, adaptación del libro homónimo sobre la guerra de Vietnam, va mal. Las estrellas protagonistas son unas impresentables; el director, un novato inútil. Éste, bajo las presiones del productor e inspirado por el autor de la novela, decide mandar a los actores a la selva, "acojonarlos" y rodar con cámaras ocultas las escenas de acción. Sin embargo, el plan se jode cuando las explosiones preparadas son respondidas por un grupo armado del lugar. Los actores tienen sentimientos divididos: alguno cree que lo que sucede está preparado por el director; el resto, que algo va mal. Sin embargo, como son todos imbéciles, se verán envueltos sin motivo aparente en una historia bélica extrañamente similar a la de la novela que debían adaptar...

No me gusta Stiller, la verdad. Jack Black, menos. Mis cómicos americanos favoritos son Will Ferrell (El reportero) y, en menor medida, Steve Carell (Virgen a los 40). En fin, que a lo que vengo es a que si me llamaba la atención Tropic Thunder era por Robert Downey Jr.: en cuanto supe que (un neoyorquino) interpretaba a un actor australiano que interpretaba a un negro me descojoné. Mucho. Su personaje es el mejor de la película, sin duda, pero el doblaje se lo carga bastante. En versión original (y ya sé que soy bastante plasta con esto pero, ¡joder!, es que es así) esa mezcla de acentos y de interpretaciones tiene que ser brutal. En castellano, las expresiones, por así decirlo, típicas de negro pierden gracia y credibilidad; una credibilidad que, de hecho, las expresiones coloquiales no tienen, porque están mayoritariamente mal traducidas. Aparte de esto, su personaje es, como ya digo, el que mejor funciona. Todos son paródico-críticos, como ya iré diciendo a medida que escriba; sin embargo, las burlas que implica su personaje son las que dan mejor en el blanco (jeje. Chiste inintencionado sobre colores de piel). Las similitudes de Kirk Lazarus con Russell Crowe (¿actor australiano violento? Hmm, ¿de qué me suena?) o Daniel Day-Lewis (o cualquier otro actor de método... eso sí: tenga usted claro, Sr. Downey, que el Sr. Day-Lewis le mete a usted cincuenta mil patadas) son obvias; sin embargo, también hay una crítica más... profunda, por así decirlo, a la apropiación de la cultura negra por parte de la blanca. Esto queda reflejado muy particularmente (que no únicamente) en las conversaciones entre el personaje de Downey Jr. y el verdadero negro del grupo de actores-soldado, un rapero metido a actor.


El personaje de Stiller es una vieja gloria del cine de acción que intenta empezar a interpretar personajes serios (tan despollante como irrespetuosa su búsqueda del Oscar mediante la personificación de Jack el Simple; según el personaje de Stiller, "un retrasado que hace cosas retrasadas") en busca de respeto. El de Black se siente innecesario. Parodia la faceta drogadicta de muchos actores, además de, también, la búsqueda del respeto (en este caso, viniendo de la comedia infantiloide); sin embargo, no tiene una implicación real en la trama, y sus chistes, además de estar bastante apartados del resto, son muy obvios y, generalmente, no tienen demasiada gracia. En realidad, el humor básico que quiere parodiar es el que muestra, y no creo que intencionadamente. Sobra también a ratos el personaje de Brandon T. Jackson, el rapero que antes he mencionado, aunque cobra sentido durante sus conversaciones con el de Downey. La crítica que implica está, además, poco profundizada. Jay Baruchel interpreta a un actor joven que, al no intentar ser tan crítico como los anteriores, funciona bastante bien de por sí.

Es imposible hablar del reparto de Tropic Thunder sin hablar, aun a riesgo de escribir una crítica demasiado larga, de los actores famosos que aparecen en papeles inesperados. Además de pequeños cameos, hay personajes grandes: Nick Nolte es el escritor del libro a adaptar, parodia del típico ex-soldado atormentado que dice frases profundamente siniestras y, en este caso, chorras; Matthew McConaughey interpreta al agente del personaje de Stiller, un ser ingenuo tentado por primera vez por la corrupción de los grandes estudios, personificados en uno de los papeles más agradecidos de la película: el de un Tom Cruise con (todavía) menos sex-appeal del habitual, y que da más miedo del que da normalmente. Y, bueno... baila. Sólo por ver a Cruise ridiculizándose así ya vale la pena ver Tropic Thunder. Vale la pena por más cosas, sí, pero... Dios. ¡¡Baila en plan rapero!! Sublime.


Me reí bastante con la película. Eso sí: como ya he dicho al principio, Tropic Thunder hace reír, más que por su ingenio o su verdadera comicidad, por lo desmadrada que es. Básicamente está compuesta de una chorrada/ida de olla tras otra; algunas de ellas son divertidas, otras no tanto, casi todas están fuera de lugar, muchas te hacen llevarte las manos a la cabeza mientras te partes y gritas "¡¿Pero esto qué coño es?!". Si alguno de vosotros disfruta del cine cutre, lo pasará en grande con Tropic Thunder; en cuanto a calidad, está al nivel de obras maestras míticas como Jesucristo Cazavampiros o Payasos asesinos del espacio exterior. Si esto no fuera el producto de las fumadas (o vete a saber qué) de Stiller, jamás hubiera sido rodado, al menos con ese presupuesto tan enorme, que hace que las escenas de acción estén muy conseguidas, y que los momentos gore, que abundan, resulten más divertidos de lo normal. Me ha dado envidia, siendo sincero, porque me ha recordado bastante a mi guión inacabado que lleva por título Holy Squad: Santificado sea tu nombre, que sé que nunca será rodado y que narra la historia de un grupo de soldados de elite de un ejército religioso que lucha contra infieles musulmanes lanzándoles agua bendita que les quema el cuerpo y las de Dios. En fin, que si alguien quiere comprarme el guión que me avise. Y eso.

Tropic Thunder es una locura gamberra que funciona bastante bien por su excesividad a pesar de que los diálogos no son especialmente divertidos, que realiza una agradecida crítica destructiva (aunque no tanto como debería, eso es cierto) contra la industria hollywoodiense y las gilipolleces que la rodean, a pesar de su final, bastante complaciente en este sentido. Recomendada sólo a aquellos que se rían con las típicas chorradas cutres en plan Troma, así como con las parodias o con las comedias de Stiller. Además, aun siendo una de esas raras películas que disfruto tanto como el público habitual de mi franja de edad, contiene bastantes referencias cinéfilas, no sólo en escenas y situaciones (Platoon, El cazador, Apocalypse Now...), sino también en algunos de los diálogos de Downey Jr., que descolocarán a gran parte de los espectadores (eso sí, finalmente también son una parodia de la gente como yo, los cinéfilos pedantes). De cualquier modo... una película en la que Tom Cruise baila de forma patética DEBE ser vista. He dicho.


PD: No lleguéis tarde: os perderéis la sorpresa inicial, que es de lo mejor de la película. Pista para cinéfilos: Grindhouse sí ha tenido alguna repercusión.

Valoración: 6,5/10.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Vicky Cristina Barcelona

Dirección: Woody Allen.
Guión: Woody Allen.
Reparto: Javier Bardem, Scarlett Johansson, Rebecca Hall, Penélope Cruz, Chris Messina, Patricia Clarkson, Kevin Dunn.


No soy de esos a los que les jode que Woody Allen dirija una película casi cada año, básicamente porque, aun así, nos entrega casi siempre filmes con una calidad por encima de la media; en ocasiones, aun últimamente, y a pesar de los que reniegan de su filmografía reciente, verdaderas joyas incluso (véase la enorme Match Point). Vale que el mejor Allen es el de las comedias de varias décadas atrás (mi favorita: La última noche de Boris Grushenko), pero no conviene despreciar ninguno de sus trabajos de los últimos años. No me apetecía demasiado Vicky Cristina Barcelona, pero el tráiler, exceptuando la canción que lo acompaña, me llamó la atención. Vi muestras de un humor negro muy interesante. Así, emprendí camino por segunda vez (tercera en verdad, pero no sé por qué no cuento lo de Caos calmo, película que por cierto también recomiendo, como una película vista en V.O.) a un cine en versión original subtitulada; esta vez, al contrario que tras nuestras locas, locas peripecias del día del estreno de El caballero oscuro, conseguimos nuestro propósito (me daba un asco enorme ver esta película doblada, por razones obvias, creo). Me ha hecho ilusión ver que el cine estaba llenísimo. Bueno, sinopsis y rollo.

Dos pijas americanas, Vicky y Cristina, son invitadas por unos amigos de la familia de la primera a pasar los meses de julio y agosto en Barcelona. Allí, ambas conocen a Juan Antonio (Javier Bardem), un pintor que tuvo una relación tormentosa con otra artista, María Elena (Penélope Cruz), que acabó en intento de asesinato, que las invita a pasar un fin de semana en Oviedo, diciéndoles que "beberán buen vino, comerán bien y harán el amor". Cristina (Scarlett Johansson), apasionada y liberal, acepta encantada la proposición; Vicky (Rebecca Hall), que además de ser totalmente opuesta a su amiga está comprometida, los acompaña sólo para vigilar a Cristina. En principio.


Empieza mal Vicky Cristina Barcelona. Primero suena la canción del tráiler, Barcelona, de Giulia y los Tellarini (aunque conocida por mí como "la puta canción"), que, además de no ser en absoluto apropiada para la ciudad (diría "mi ciudad", pero estaría mintiendo como una prostituta que emita sonidos orgásmicos) y casar mucho mejor con Río de Janeiro, se repite infinitamente durante toda la película. De hecho, he notado sólo tres canciones en toda la película, ¡tres!, dos de ellas repetidas hasta la saciedad (siendo la otra de éstas Entre dos aguas de Paco de Lucía... qué poco obvia, ¿verdad?), y ninguna adecuada para Barcelona ni para Oviedo. Que no están en Andalucía, joder. Fatal en este aspecto. En fin. Después de la puta canción, oímos una voz en off que nos explica brevemente los porqués del viaje de las dos amigas. Innecesaria. De hecho, el narrador está muy presente durante todo el metraje, y tan sólo durante su última -y muy breve- intervención cobra algo de interés.

La cosa mejora cuando empiezan los diálogos, como cabe esperar de Woody. Los primeros ya poseen un tono malicioso que predominará durante todo el metraje, perlado ocasionalmente por muestras de sabiduría o de genio. Y lo cierto es que la calidad del filme se mantiene alta en casi todo momento, a pesar de una errónea visión de Barcelona tan idealizada como pija como propagandística, que no es demasiado ofensiva e incluso tiene cierta gracia. La primera mitad de la película es divertida y, en resumen, buena (también es aquí donde tenemos los toques más obvios en cuanto a la recreación de España, aunque no especialmente graves; véanse las omnipresentes guitarras), pero es fácilmente superada por la segunda.


Durante los primeros minutos Scarlett y Rebecca Hall tienen todo el protagonismo; sin embargo, al entrar Bardem en escena, ambas son devoradas interpretativamente. Muy especialmente la primera, que de hecho, al verse relegado su personaje a un segundo plano (además de que excepto en el inicio está siempre bastante sosa), pierde extrañamente gran parte de su erotismo, primero en favor de Rebecca (con un personaje otan crispante com en ocasiones adorable) y posteriormente, y en una medida mucho mayor, por Penélope Cruz. No me gusta esta actriz; sin embargo, tengo que reconocer que de vez en cuando clava sus papeles, y ésta es sin duda una de las mejores interpretaciones que ha realizado, si bien no aparece tanto en pantalla como sus tres coprotagonistas. La relación destructiva y desequilibrada, tremendamente divertida para el espectador, entre su personaje y el de Bardem, potenciada por su muy palpable química (cosa comprensible por otra parte), es lo mejor de Vicky Cristina Barcelona. Completan el reparto una irónica Patricia Clarkson y un desagradable Chris Messina, ambos también muy divertidos.

Me ha costado saber cuánto me ha gustado Vicky Cristina Barcelona. Es una película sobre la que hay que pensar. Puede fácilmente pasar por una comedia ligera de esas a las que nos tiene acostumbrados Allen, aunque con un tono sensual (que no erótico; por ejemplo, los besos, en especial los de las tan comentadas escenas lésbicas, son de un soso flipante) y sarcástico no tan típico; sin embargo, es sólo al final cuando sabemos qué pretendía decirnos el director y guionista, cuando nos damos cuenta de que la supuesta ligereza no era tanta, cuando notamos ese pesimismo vital que tiñe sobretodo los últimos dramas del neoyorquino, y cuando entendemos en relación a la película (y quizás alguien también fuera de este ínfimo contexto) esa frase adjudicada al personaje de Cruz: "Sólo el amor incumplido puede ser romántico". Desde luego, no es ésta una película que deba ver alguien con problemas de pareja.


Valoración: 7/10.

martes, 16 de septiembre de 2008

Che: El argentino

Dirección: Steven Soderbergh.
Guión: Peter Buchman.
Reparto: Benicio del Toro, Demián Bichir, Santiago Cabrera, Catalina Sandino Moreno, Rodrigo Santoro.


Creo que no me gusta Soderbergh. Digo "creo" porque he visto pocas películas suyas, pero las Ocean's (es una "'s" de posesivo, no esa falsa "s" plural que tantos de vosotros, oh ignorantes, usáis), a pesar de que en su función sé reconocer que son buenas, me resultan indiferentes, tienen para mí incluso un punto desagradable, Sexo, mentiras y cintas de vídeo, a pesar de sus virtudes, está sobrevaloradísima, y Traffic me pareció fría y mal acabada. No he visto nada más de este hombre, creo. Si me llamaba (bastante además) la atención su Che, dividido a causa de su duración real de cuatro horas y media en dos partes, El argentino, ésta, y Guerrilla, que no sé cuándo coño se estrena, era por un único motivo, un motivo de mucho peso (sobre todo últimamente, que está cada vez más fondón): Benicio del Toro. Oh, Benicio. Qué grande es usted (sobre todo últimamente, que está cada vez más fondón). Oh, Benicio... bueno, sinopsis y luego sigo alabando a Benicio (oh, Benicio), y un poco también a la peli. No tanto como a Benicio, eso sí.

Che: El argentino narra la Revolución Cubana desde el punto de vista de Ernesto Guevara, médico argentino más o menos conocido (sí, el tío ese que sale en las camisetas) que, junto a cubanos como Fidel y Raúl Castro, derrocó la dictadura de Fulgencio Batista (hala, ya os he contado el final), apoyada por los Estados Unidos, potencia a la que ideológicamente los líderes revolucionarios se oponían. Qué cosa más obvia de sinopsis, la virgen.


Hace poco alabé a un del Toro, hoy alabo a otro. A éste le lameré el ojete más (todavía): me parece el mejor actor del panorama cinematográfico actual (bueno... junto con algún otro: Forest Whitaker, Gary Oldman, Daniel Day-Lewis) y, aun siendo su interpretación del Che memorable y, a no ser que cambie mucho el tema, merecedora del Oscar, como todos sabemos Benicio es Dios (uno de ellos, mi panteón cinéfilo es bastante grande), por lo que no me atrevo a decir que sea la mejor de su carrera. La empato, eso sí, con las de 21 gramos y Traffic. Del Toro compone un personaje que podría haber resultado impresionante, si el guión hubiera ayudado.

Porque lo cierto es que, si bien mal no está, el guión no tiene fuerza. El retrato psicológico del Che resulta insuficiente, su ideología (mostrada básicamente en escenas situadas siete años después de la Revolución, durante una entrevista para la televisión americana y su discurso ante las Naciones Unidas) se presenta desde un punto de vista en absoluto arriesgado. La dirección, impecable, con predominancia del realismo y el plano medio, se acerca al estilo documental, lo cual casa perfectamente con la frialdad del guión. Por tanto, Che tiene un tono diferente a lo común, extraño, desapasionado, que sin embargo no hace la película aburrida en ninguno de sus aproximados ciento veinte minutos. A mí, al menos.


No sabía qué esperar de esta película, pero sí intuía que habría menos acción. Menos aún de la que hay, puesto que la cantidad de tiros no es exagerada. Varias de las escenas de este estilo me han encantado, debido al realismo con que están rodadas; sin embargo, hay otras que, a pesar de las imágenes creíbles y bien tomadas, no tienen tensión alguna debido a que Soderbergh intercala palabras de la entrevista al Che, anulando los sonidos de disparos y explosiones, con lo cual el espectador puede fácilmente pasar a ignorar los acontecimientos.

A pesar de ser una película centrada en el Che, lo cierto es que no se siente que verdaderamente sea Guevara el protagonista de los acontecimientos durante buena parte de lo relatado en la película (sensación incrementada por el hecho de que verdaderamente no lo era). Hay muchos secundarios, pero pocos de ellos tienen importancia o relevancia argumental; cabe destacar, por supuesto, al personaje de Fidel Castro, interpretado magistralmente por Demián Bichir (me acojona pensar que este papel originalmente era para nuestro Bardem, no lo veo nada de Castro, aunque Bardem es mucho Bardem). Mucho actor televisivo hay por aquí... además de Bichir (sale en la última temporada de la inmerecidamente desconocida Weeds) aparecen Rodrigo Santoro (Lost, aunque últimamente está en todas partes este tío) o Santiago Cabrera (Heroes, también hace aquí un muy buen papel). Mención aparte merece Unax Ugalde, actor malo donde los haya, que destroza, con su innegable talento para tal fin, un personaje ya de por sí poco llamativo (de hecho, aunque aparece durante todo el metraje, lo que hace básicamente es pasearse por la selva con una cara de gañanazo exageradísima).

Unax en su único momento no esperpéntico de toda la película

El argentino es una película rara, que toma riesgos con su falta de riesgos y que se siente excesivamente fría, documental, pero a su vez posee una elegancia y una sobriedad que de otro modo no sería posible. Quizá una película más normal, más apasionada, habría sido mejor, pero a mí esta ya me parece bien. Eso sí: por supuesto, sin Benicio del Toro no sería nada. A ver qué tal Guerrilla aunque, por los votos en la IMDB, prefiero no hacerme muchas ilusiones.

Valoración: 7/10.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Hellboy 2: El ejército dorado

Título original: Hellboy 2: The Golden Army.
Dirección: Guillermo del Toro.
Guión: Guillermo del Toro.
Reparto: Ron Perlman, Doug Jones, Selma Blair, Luke Goss, Anna Walton, Jeffrey Tambor.


La primera película de Hellboy me gustó, nada más. Sin embargo, las críticas que ha venido recibiendo su secuela desde su estreno en los Estados Unidos (y en casi todos los países del mundo, que en España siempre somos de los últimos, coño, aunque como esta vez la culpa es de El caballero oscuro no me quejaré demasiado) han hecho que los dientes se me pusieran más y más largos con el paso del tiempo. No es que las valoraciones recibidas hayan sido especialmente prometedoras, sino que todas destacaban lo mismo: el hecho de que Guillermo del Toro desatara en Hellboy 2 todo su potencial visual. Lo cual, teniendo en cuenta su enorme capacidad para crear imágenes fantásticas, insinuada en sus primeras películas y demostrada en Hellboy y, muy especialmente, El laberinto del Fauno (unión de talento visual y calidad cinematográfica), no es decir poco.

Hellboy, junto a su novia, la pirokinética Liz Sherman, y el semianfibio Abe Sapien, trabaja para el gobierno de los Estados Unidos; sin embargo, sus poco sutiles métodos hacen que cada vez sea más difícil ocultar sus existencia al mundo. Finalmente, se descubrirán a la humanidad durante su misión para detener el intento del príncipe elfo Nuada, del reino subterráneo de Bezmorra, de apoderarse de las tres piezas de una corona para destruir el mundo de los hombres mediante un ejército de máquinas creadas siglos atrás por los goblins.


Efectivamente, El ejército dorado no me ha decepcionado en absoluto, dado que mis aspiraciones eran esencialmente las de ver una película de fantasía entretenida con un apartado visual sobresaliente. En resumen, la nueva película de Del Toro es lo que la crítica especializada comenta: una demostración de creatividad. Y, copiando descaradamente a Ángel Luis Sucasas, conocido internetil mío y colaborador de la revista Scifiworld, aclaro la función de tal demostración: servir como campo de pruebas para su futura obra magna, El Hobbit. Para el blasfemo que no sepa de qué hablo: Del Toro se encargará de la adaptación cinematográfica del preludio a cierta famosa trilogía (ahora ya a quien no me coja le doy con un ladrillo en la sien) escrita por J.R.R. Tolkien. Preludio que, por cierto, me gusta mucho más que la trilogía en sí.

Y es que, de hecho, hay en El ejército dorado gran cantidad de elementos que recuerdan al universo de ESDLA, y muy particularmente a la traslación de Peter Jackson. No sólo en cuanto a criaturas (en el cómic, que yo sepa, no hay elfos ni goblins ni trolls ni bichos por el estilo), sino también argumentalmente. Hay más, pero se me ocurren ahora dos parecidos muy obvios: el hecho de que (por así decirlo) un instrumento de poder esté dividido entre diferentes razas y la historia inicial que cuenta a Hellboy su padre adoptivo (la única escena en la que aparece John Hurt). Este cuento me ha recordado visualmente a MirrorMask, infravalorada e infraconocida película de los maestros del cómic Dave McKean y Neil Gaiman, pero, sobretodo a El laberinto del Fauno, concretamente el momento en que la protagonista narra un cuento a su hermano nonato.

Hay muchísimos elementos que acercan ambas películas. Lo cual resulta, en cierto modo, obvio, teniendo en cuenta que comparten director-guionista; sin embargo, ambas obras están unidas más que lo meramente estilístico. Podría incluso considerarse (eso sí, en el supuesto de que la fantasía de El laberinto existiese verdaderamente) que forman parte de un mismo universo, puesto que el reino subterráneo de Bezmorra aparece tanto en esta como en aquella, y se accede a él mediante portales, como decía el Fauno (aunque también decía que el portal que él guardaba era el último) En cualquier caso, esto ya es pura conjetura sin demasiado fundamento ni necesidad. Lo importante es que Del Toro reanuda lo que ya iniciara en su, hasta ahora, única obra maestra, pero desde un ángulo completamente distinto.

Oh, Dios, me encanta esta escena

Dentro de la espectacularidad visual de Hellboy 2 cabe destacar, por supuesto, a los seres que la pueblan. Del Toro puso un cuidado enorme en el diseño de todos y cada uno de sus personajes, hasta el más insignificante, y eso se nota. Cualquiera de ellos podría tener un papel protagonista y seguiría resultando visualmente perfecto (el único modelo que no me ha convencido ha sido, precisamente, el de los integrantes del Ejército Dorado). La impresionante escena del mercado de los trolls es el punto donde en mayor medida se acumula el bizarro poderío visual del cineasta. Un par de los personajes que aparecen en la película recuerdan mucho al -creo que le llaman así- Hombre Pálido de El laberinto; pero lo cierto es que, con lo geniales que son, cuesta criticarle esto a Del Toro. Ambos están, además, interpretados por Doug Jones, el Fauno, el Hombre Pálido y, aquí, Abe Sapien (doblado por José Mota, de Cruz y Raya, para mi alivio de forma decente), al que ya cogimos cariño en la película original. Su importancia y su número de apariciones es mucho mayor que en Hellboy, lo cual se agradece, pues resulta tan buen personaje como el propio protagonista (perfectamente interpretado por el rarísimo Ron Perlman).

Los demás personajes no llegan a poseer el carisma de los dos antes mencionados, pero tampoco están mal. Liz me encanta (será porque me encanta Selma Blair), y sus discusiones con Rojo son divertídisimas; no se echa para nada en falta el personaje del agente joven de la primera película, tan sólo necesario para introducirnos en la trama en aquella ocasión, y de cuya ausencia sólo se habla con un chiste, muy de pasada; el jefe, Mannings, pasa de ser un tío odioso a un bufón graciosete; el Dr. Krauss, ente protoplásmico o alguna pollada por el estilo, tiene sus momentos, aunque lo mejor del personaje es también el diseño, y su presencia no va mucho más allá de lo que mola verlo hacer cosas raras. Su doblaje en español corre a cargo de Santiago Segura (¿a quién coño quieren venderle la película?), que resulta divertido, y que además tiene un cameo. Peor que en la primera, eso sí. El malo, un elfo oscuro, tiene unas escenas de lucha impresionantes; el personaje de su hermana gemela es muy tierno, y también lo es su relación con Abe. Quien, por cierto, ¡usa lentillas! Puntazo.


Me doy cuenta de que al mencionar a los secundarios me he visto obligado a hablar en muchos casos del humor. El tono humorístico resulta fundamental para la película, que como ya digo basa su interés en entretener al espectador, sin más pretensiones. Yo me he reído mucho (el resto de la sala no tanto como yo... creo que los cabrones me miraban mal); aunque haya algunas chorradas, el humor blanco, en muchos casos absurdo, es muy satisfactorio. Lo mejor: Rojo y Azul bebiendo birras. Una escena casi más bizarra que los seres de Del Toro. Hay algunos momentos serios, pero son los menos y los obligatorios, especialmente el final; no me imagino la última batalla en tono cómico.

El argumento, como el avispado lector habrá podido deducir, es más bien pobre, y poco original. Hay resonancias de Frankenstein y King Kong, así como de obras modernas; no sólo de El señor de los anillos y El laberinto del Fauno, sino también de Men in Black, Las crónicas de Riddick o El retorno de la momia (aunque estoy seguro de que la historia del control de un ejército artificial es muchos siglos más antigua que eso). Ciertos aspectos de la trama no están nada bien desarrollados (desaprovechadísimos el Ejército -¿por qué la película lleva su nombre por título, aparte de porque suena guay?-, el descubrimiento de la existencia de Hellboy y la sugerencia de Nuada de que se una a él), y algunas decisiones de los personajes no resultan consecuentes. Pero el ver una película que, que regalándome imágenes como la aparición repentina de vegetación en medio de una metrópolis, me impresiona tantísimo visualmente y que no pretende más que eso, para alguien que concibe el cine como básicamente un método de entretenimiento, resulta más que suficiente y más que bienvenida.


Valoración: 7/10.

viernes, 22 de agosto de 2008

Superagente 86 de película

Título original: Get Smart.
Dirección: Peter Segal.
Guión: Tom J. Astle, Matt Ember.
Reparto: Steve Carell, Anne Hathaway, Alan Arkin, Dwayne 'The Rock' Johnson, Terence Stamp, Dalip Singh, Ken Davitian, Masi Oka, Nate Torrence, David Koechner, Terry Crews, James Caan, David S. Lee.


La verdad es que vi ayer esta película por ir al cine. No me apetecía verla y ya daba por supuesto que no iba a ser buena; de todas formas, me atraía el reparto (Steve Carell me resulta muy gracioso; The Rock, al que me niego a llamar Dwayne Johnson, más aún, aunque él no intente serlo, pobre), y tenía recuerdos infantiles neutros de la serie, que no me hacía gracia, pero me interesaba ver cómo había sido adaptada a estos nuestros tiempos. No es la mejor película para celebrar un cumpleaños, pero ir al cine siempre mola. Hecha esta introducción que me podría haber ahorrado perfectamente pero que últimamente me siento obligado a realizar, pasaré a hablar de Superagente 86 de película -título, por supuesto, nefasto, pero habiendo estado en Roma hace cosa de un mes, os diré que la traducción al italiano es mucho peor: Casino Totale. ¿Qué cojones tiene ese título que ver con la peli, por mucha parodia de los Bond que sea? Amos no me jodas.

Max Smart trabaja como analista en CONTROL, agencia secreta cuyo único propósito actual parece ser la de contrarrestar a la agencia rusa KAOS. Tras duros esfuerzos, y (sobretodo) tras descubrir KAOS la identidad de todos los agentes de CONTROL, Smart consigue alcanzar su sueño de convertirse en uno de ellos. Es destinado a Rusia, acompañado por la agente 99, para descubrir cuáles son los planes de sus enemigos.


O algo así, porque lo cierto es que no me enteré mucho del argumento. En cualquier caso, viene a ser lo de menos: la base de la película son los chistes, no la trama, que como ya digo es estúpida, además de tremendamente tópica, y por tanto aburrida y previsible. El humor es el típico de las comedias estadounidenses de los últimos años, como cabe esperar de una película protagonizada por Carell, máximo representante presente, junto con Will Ferrell, del género. Hay muchísimos chistes en la película; por tanto, no es extraño que algunos funcionen bien, o hasta muy bien. La mayoría son chorradas, de esas que algunos considerarán descojonantes pero a otros les darán ganas de clavar un cuchillo en el ojo de ciertos guionistas, con lo cual el considerarla divertida o no es bastante subjetivo. A mí me hizo reír bastante durante su primera hora, más o menos; sin embargo, todo se alarga demasiado y se encamina excesivamente hacia una acción horriblemente típica y tediosa.

Las referencias a la serie no son muchas, lo cual está bien; era necesario darle un giro total si se quería hacer algo aceptable para la actualidad. Que fuera necesario o no hacer la película, eso ya es mucho más discutible. Estas referencias se limitan casi exclusivamente (y con "casi exclusivamente" quiero decir "que yo haya captado") a dos momentos: el inicio, en que se nos presentan objetos míticos de la serie en una especie de museo, y en que la archiconocida escena de las puertas se siente forzada, y la aparición del zapatófono, que no tiene aquí gracia ninguna. Está bien que se mantenga un cierto enlace con el original, pero teniendo en cuenta el fracaso de estas escasas conexiones, muchas más habrían resultado un craso error.


El reparto es extraño, y en general se produce un gran desaprovechamiento de talento. Steve Carell es el más destacable, porque es divertido de por sí, pero no es éste su mejor papel, ni mucho menos (cada vez que recuerdo a su periodista retrasado de El reportero me parto el ojete estúpidamente). No tiene un mal personaje, aunque su gilipollismo queda decepcionantemente atenuado en varios momentos por demostraciones de ingenio que al espectador no le apetece nada contemplar. Anne Hathaway es una actriz mediocre, que estará buena (que no me había fijado yo, pero sí que lo está), pero no tiene para nada la picardía necesaria para su personaje. A Alan Arkin no se le ve cómodo y tiene un mal personaje; el de Terence Stamp es aún peor. No sé qué hace aquí ninguno de los dos, y me da muchísima pena ver a Stamp rebajado a esto. Tenemos también a The Rock, que buen actor no es, desde luego, pero resulta bastante divertido, sobretodo cuando sonríe (y se pasa buena parte del metraje sonriendo, con lo cual yo encantado). Otros personajes desaprovechados son los de Masi Oka, el japonés de Heroes (el mejor de la serie, qué duda cabe), y Nate Torrence, que me suena de Studio 60 on Sunset Strip y de algo más pero no sé qué, que intepretan a dos informáticos de CONTROL; alguna de sus escenas, como el momento en que fingen una pelea con el protagonista, es muy divertida. Es una lástima que no salgan más. Hay también un inesperado cameo de Bill Murray, bastante divertido; pero, seguramente, a quien más gracia me ha hecho ver es a Dalip Singh, más conocido como ¡el Gran Khali!, luchador de Pressing Catch. Su personaje también me gustó más que la mayoría, aunque seguramente sólo fuera porque me sorprendió verlo.

Get Smart es una película más o menos divertida durante su primera hora, que se va desinflando por culpa de un metraje excesivo, una trama penosa y escenas de acción indeseadas. No es para nada la mejor opción de la cartelera presente (la verdad es que ya hace bastante que se estrenó, no sé por qué digo "cartelera presente"), pero a los fans de Steve Carell les puede gustar. A los fans de la serie, lo dudo.


Valoración: 4/10.