Dirección: David Fincher.
Guión: Eric Roth.
Reparto: Brad Pitt, Cate Blanchett, Julia Ormond, Taraji P. Henson, Jared Harris, Tilda Swinton, Jason Flemyng, Mahershalalhashbaz Ali.
(Antes de nada... oh, Dios, ¿habéis visto el nombre de ese último actor? Virgen santa. Parece que se me haya subido el gato al teclado. En fin.)
Ah, Oscars, Oscars. Llevo semanas subsistiendo prácticamente a base de películas nominadas... desde finales de enero he visto Milk, Frost contra Nixon, The Wrestler, La duda, Bolt, Vals con Bashir (impresionante, por cierto; a ver si me digno/atrevo a escribir la crítica), Slumdog Millionaire, The Reader, The Visitor, Happy, Australia, Frozen River, Resistencia, La duquesa y, finalmente, siendo así la única que he esperado a ver en cine, El curioso caso de Benjamin Button, porque, de entre todas las nombradas, es esta la que más me llamó la atención desde un principio. Lo cierto es que no me ha gustado tanto como esperaba, pero aun así es muy buena, y totalmente premiable. Se llevará el Oscar (a no ser que la sobrevalorada Slumdog Millionaire nos de una no-sorpresa). Y, de entre las nominadas, es la que más lo merece.
Daisy (Cate Blanchett), una mujer moribunda, pide a su hija (Julia Ormond) que le lea antes de morir un diario. En él, Benjamin Button (Brad Pitt) narra que nació en circunstancias excepcionales: con rasgos y características físicas propios de un hombre de ochenta años. Tras la muerte de su esposa durante el parto, el padre de Benjamin (Jason Flemyng), horrorizado por el aspecto de su hijo, lo abandona en la puerta de un asilo para ancianos, donde una de las empleadas, Queenie (Taraji P. Henson), lo cuida, haciéndolo pasar, a medida que crece, por uno más de los internos. Con el paso del tiempo, las personas cercanas al "niño" se van dando cuenta de que Benjamin no padece una enfermedad, puesto que su salud no empeora: rejuvenece.
En la forma, El curioso caso de Benjamin Button recoge influencias claras de Big Fish, Forrest Gump y Amélie: es la historia de una vida poco corriente, narrada en el lecho de muerte, teñida de un realismo mágico perfectamente logrado y con una narración que dosifica con maestría el drama, el romance, la acción y la comedia. Por quejarme, diré que algunos de los puntos que me han parecido (a mí exclusivamente) humorísticos no son intencionados. Aclaro. No creo que sea normal reírse de la voz de una moribunda... pero supongo que eso no es culpa de la película, sino de que o el doblaje no es perfecto (ah, cuánto amo las V.O.) o yo soy un ser despreciable. En todo caso -y creo que a esto venía la chorrada previa-, hay muchos momentos cómicos, pero van disminuyendo y perfeccionándose a medida que avanza la trama.
La película está estructurada en un gran número de segmentos de corta duración, en muchos casos autoconclusivos. Así, somos testigos de una amplia gama de sucesos en la vida de Benjamin, algunos de ellos simplemente maravillosos, como el momento en que aprende a andar o su corta relación con la esposa de un espía, interpretada por Tilda Swinton (que el año pasado ganó un Oscar por su papel en Michael Clayton). De todos estos segmentos me quedo precisamente con éste, precioso, particularmente poético y visualmente único (en el conjunto de la obra, que estéticamente es única de por sí, insuperable), de resonancias kar-waianas.
La actuación de Pitt es excelente mientras interpreta a un joven con cuerpo de anciano. Es un gran logro tanto técnico como interpretativo el hecho de que, sin entregar más que la expresión del rostro durante buena parte del metraje, el espectador quede totalmente convencido del verismo del personaje (excepto en algún momento concreto en que se evidencia negativamente la computerización, pero qué cojones). Con el paso del tiempo, la relación entre el cuerpo y la mente de Benjamin se equilibra; en este punto, el trabajo del actor deja de resaltar, y se torna incluso frío.
Ahora que menciono la frialdad, recuerdo que esta sensación no es algo exclusivo del Button de mediana edad. De hecho, llega un punto en que las emociones que me transmite la película se atenúan excesivamente. ¿El problema? El personaje de Daisy, el gran amor del protagonista. Mientras es una niña, resulta adorable, y su relación con Benjamin, fascinante. Sin embargo, cuando pasa a ser interpretada por Cate Blanchett se vuelve un ser repelente, difícil de soportar; no hay química entre el espectador y Blanchett, ni entre Pitt y Blanchett, porque lo cierto es que tampoco parece que la haya entre Benjamin y Daisy. Es un amor que se siente forzado, necesario para la trama, pero que no está bien descrito. Aunque por suerte contiene escenas maravillosas.
Hay, además, una descompensación temporal bastante llamativa. Las elipsis narrativas se vuelven cada vez grandes, y del final de la vida de Button nos llegan apenas destellos, en comparación con el inicio. Si bien considero esto una deficiencia en la construcción del guión, debo reconocer que no me parece mal, por al menos dos motivos: que la película ya dura más de dos horas y media y que los primeros años de Button son mucho más interesantes que el resto (oh, Daisy...).
Echando la vista atrás, veo que he puesto a parir la película. No lo merece. Vale que el guión no está equilibrado, y que el personaje de Blanchett es desagradable, pero hay pocos defectos más; durante su primera hora y media, aproximadamente, El curioso caso de Benjamin Button goza de una cuasiperfección que hace que el resto, simplemente notable, tenga un regusto algo amargo. En el apartado visual, la película es magnífica, enorme, y el trabajo de Fincher es, junto con los de Seven y Zodiac, el mejor de su carrera. La fotografía, el vestuario, el maquillaje, son increíbles, y la banda sonora también.
Y, por supuesto, es inmoral no hacer mención al fondo por insuperable que sea la forma. El curioso caso de Benjamin Button es, al fin y al cabo, una historia maravillosa y, en muchos momentos, hermosamente poética sobre la inevitabilidad del paso del tiempo, el valor de la vida, la búsqueda de sentido, la autoaceptación de la diferencia, o lo que cada uno sepa, pueda o quiera ver. De todos modos, no tiene lógica que diga mucho, dada la elocuencia de imágenes como la del reloj roto que se sumerge.
Valoración: 8/10.
Guión: Eric Roth.
Reparto: Brad Pitt, Cate Blanchett, Julia Ormond, Taraji P. Henson, Jared Harris, Tilda Swinton, Jason Flemyng, Mahershalalhashbaz Ali.
(Antes de nada... oh, Dios, ¿habéis visto el nombre de ese último actor? Virgen santa. Parece que se me haya subido el gato al teclado. En fin.)
Ah, Oscars, Oscars. Llevo semanas subsistiendo prácticamente a base de películas nominadas... desde finales de enero he visto Milk, Frost contra Nixon, The Wrestler, La duda, Bolt, Vals con Bashir (impresionante, por cierto; a ver si me digno/atrevo a escribir la crítica), Slumdog Millionaire, The Reader, The Visitor, Happy, Australia, Frozen River, Resistencia, La duquesa y, finalmente, siendo así la única que he esperado a ver en cine, El curioso caso de Benjamin Button, porque, de entre todas las nombradas, es esta la que más me llamó la atención desde un principio. Lo cierto es que no me ha gustado tanto como esperaba, pero aun así es muy buena, y totalmente premiable. Se llevará el Oscar (a no ser que la sobrevalorada Slumdog Millionaire nos de una no-sorpresa). Y, de entre las nominadas, es la que más lo merece.
Daisy (Cate Blanchett), una mujer moribunda, pide a su hija (Julia Ormond) que le lea antes de morir un diario. En él, Benjamin Button (Brad Pitt) narra que nació en circunstancias excepcionales: con rasgos y características físicas propios de un hombre de ochenta años. Tras la muerte de su esposa durante el parto, el padre de Benjamin (Jason Flemyng), horrorizado por el aspecto de su hijo, lo abandona en la puerta de un asilo para ancianos, donde una de las empleadas, Queenie (Taraji P. Henson), lo cuida, haciéndolo pasar, a medida que crece, por uno más de los internos. Con el paso del tiempo, las personas cercanas al "niño" se van dando cuenta de que Benjamin no padece una enfermedad, puesto que su salud no empeora: rejuvenece.
En la forma, El curioso caso de Benjamin Button recoge influencias claras de Big Fish, Forrest Gump y Amélie: es la historia de una vida poco corriente, narrada en el lecho de muerte, teñida de un realismo mágico perfectamente logrado y con una narración que dosifica con maestría el drama, el romance, la acción y la comedia. Por quejarme, diré que algunos de los puntos que me han parecido (a mí exclusivamente) humorísticos no son intencionados. Aclaro. No creo que sea normal reírse de la voz de una moribunda... pero supongo que eso no es culpa de la película, sino de que o el doblaje no es perfecto (ah, cuánto amo las V.O.) o yo soy un ser despreciable. En todo caso -y creo que a esto venía la chorrada previa-, hay muchos momentos cómicos, pero van disminuyendo y perfeccionándose a medida que avanza la trama.
La película está estructurada en un gran número de segmentos de corta duración, en muchos casos autoconclusivos. Así, somos testigos de una amplia gama de sucesos en la vida de Benjamin, algunos de ellos simplemente maravillosos, como el momento en que aprende a andar o su corta relación con la esposa de un espía, interpretada por Tilda Swinton (que el año pasado ganó un Oscar por su papel en Michael Clayton). De todos estos segmentos me quedo precisamente con éste, precioso, particularmente poético y visualmente único (en el conjunto de la obra, que estéticamente es única de por sí, insuperable), de resonancias kar-waianas.
La actuación de Pitt es excelente mientras interpreta a un joven con cuerpo de anciano. Es un gran logro tanto técnico como interpretativo el hecho de que, sin entregar más que la expresión del rostro durante buena parte del metraje, el espectador quede totalmente convencido del verismo del personaje (excepto en algún momento concreto en que se evidencia negativamente la computerización, pero qué cojones). Con el paso del tiempo, la relación entre el cuerpo y la mente de Benjamin se equilibra; en este punto, el trabajo del actor deja de resaltar, y se torna incluso frío.
Ahora que menciono la frialdad, recuerdo que esta sensación no es algo exclusivo del Button de mediana edad. De hecho, llega un punto en que las emociones que me transmite la película se atenúan excesivamente. ¿El problema? El personaje de Daisy, el gran amor del protagonista. Mientras es una niña, resulta adorable, y su relación con Benjamin, fascinante. Sin embargo, cuando pasa a ser interpretada por Cate Blanchett se vuelve un ser repelente, difícil de soportar; no hay química entre el espectador y Blanchett, ni entre Pitt y Blanchett, porque lo cierto es que tampoco parece que la haya entre Benjamin y Daisy. Es un amor que se siente forzado, necesario para la trama, pero que no está bien descrito. Aunque por suerte contiene escenas maravillosas.
Hay, además, una descompensación temporal bastante llamativa. Las elipsis narrativas se vuelven cada vez grandes, y del final de la vida de Button nos llegan apenas destellos, en comparación con el inicio. Si bien considero esto una deficiencia en la construcción del guión, debo reconocer que no me parece mal, por al menos dos motivos: que la película ya dura más de dos horas y media y que los primeros años de Button son mucho más interesantes que el resto (oh, Daisy...).
Echando la vista atrás, veo que he puesto a parir la película. No lo merece. Vale que el guión no está equilibrado, y que el personaje de Blanchett es desagradable, pero hay pocos defectos más; durante su primera hora y media, aproximadamente, El curioso caso de Benjamin Button goza de una cuasiperfección que hace que el resto, simplemente notable, tenga un regusto algo amargo. En el apartado visual, la película es magnífica, enorme, y el trabajo de Fincher es, junto con los de Seven y Zodiac, el mejor de su carrera. La fotografía, el vestuario, el maquillaje, son increíbles, y la banda sonora también.
Y, por supuesto, es inmoral no hacer mención al fondo por insuperable que sea la forma. El curioso caso de Benjamin Button es, al fin y al cabo, una historia maravillosa y, en muchos momentos, hermosamente poética sobre la inevitabilidad del paso del tiempo, el valor de la vida, la búsqueda de sentido, la autoaceptación de la diferencia, o lo que cada uno sepa, pueda o quiera ver. De todos modos, no tiene lógica que diga mucho, dada la elocuencia de imágenes como la del reloj roto que se sumerge.
Valoración: 8/10.
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