martes, 15 de febrero de 2011

Valor de ley


Título original: True Grit.
Dirección: Joel Coen, Ethan Coen.
Guión: Joel Coen, Ethan Coen (novela de Charles Portis).
Reparto: Hailee Steinfeld, Jeff Bridges, Matt Damon, Josh Brolin, Barry Pepper.

Es difícil pensar en directores actuales que hayan aportado tanto al cine como ese ente bicéfalo compuesto por los hermanos Coen. O tal vez "aportar" no sea la palabra apropiada; más bien han dado un giro al tono de muchos géneros olvidados o estancados. Muerte entre las flores, por ejemplo, se cargó el cine de gángsters, concebido desde sus inicios con una seriedad que parecía inamovible; lo que le hizo El Gran Lebowski al cine negro casi parece más una falta de respeto genial que un homenaje. Así pues, al saber que iban a hacer un western (No es país para viejos y su ópera prima, Sangre fácil, no tienen mucho más de western que la ambientación) esperaba, supongo que como la mayoría de sus fans, presenciar una vuelta de tuerca al género, algo así como una Sin Perdón cabrona. Nada más lejos.

El padre de Mattie Ross (Hailee Steinfeld) es asesinado por Tom Chaney (Josh Brolin; No es país para viejos, W.), un criminal recurrente que huye con el caballo de su víctima. Ante la pasividad de las fuerzas del orden, Mattie decide tomarse la justicia por su mano y contrata a Rooster Cogburn (Jeff Bridges; El Gran Lebowski, Corazón rebelde), un alguacil borracho y de gatillo fácil, para que la ayude a detener a Chaney. A la partida se une LaBeouf (Matt Damon; Infiltrados, El caso Bourne), un ranger de Texas que lleva meses persiguiendo al asesino.


Valor de ley empieza bien, de un modo muy coeniano. Durante el primer cuarto de hora, antes del inicio de la persecución, tiene lugar la mayor parte de los pocos toques de humor entre negro y absurdo, tan característicos de los hermanos, de todo el metraje. Sin embargo, la película tarda poco en convertirse en un western relativamente típico, perfectamente ambientado y fotografiado, de ritmo lento y con una dirección menos llamativa de lo que se presupone a una obra de los Coen.

El problema fundamental es el guión, que no es malo sino más bien poco destacable; no hay que olvidar que esta Valor de ley es tanto la adaptación de una novela como un remake y, por lo que he leído (no he visto la original), se aleja muy poco de sus fuentes. En su crítica, Peter Travers, de la Rolling Stone, afirma que "Los Coen absorben en su ADN al injustamente olvidado Portis", pero no es así. Si bien en la premiadísima No es país para viejos convirtieron los diálogos secos de Cormac McCarthy en palabras irónicas y mordaces que sonaban muy propias, su versión de Valor de ley es poco personal, a pesar de las ocasionales imágenes sangrientas y demás marcas de la casa.



Al ver Valor de ley, no pocas escenas hacen pensar en esa, digamos, ingenuidad verbal del cine de la primera mitad del siglo XX, que en su contexto original no molesta pero en una película de los Coen chirría y hasta decepciona. Incluso la ruptura de arquetipos que representan la mayoría de los personajes (el héroe dudoso, el malo patético, el bandido honorable) se siente desfasada e innecesaria, quedando más cerca de la reciente Appaloosa que, por ejemplo, de El hombre que mató a Liberty Valance.

Además de en el hecho -que no hay que olvidar- de que no pretende ser mucho más que un divertimento tanto para sus creadores como para el espectador, el pilar en que se sustenta Valor de ley es su pareja protagonista. Ver a Jeff Bridges parodiando a John Wayne es tan entretenido como suena, y la niña, Hailee Steinfeld, ofrece una interpretación sólida y sobria, aunque probablemente lastrada por un mal doblaje; tengo ganas de volver a ver la película en versión original. Por otra parte, el sobreutilizadísimo Matt Damon sigue, como casi siempre, haciendo que me pregunte qué cojones ven en él tantos grandes directores, y los pequeños papeles de Josh Brolin y Barry Pepper (Los tres entierros de Melquiades Estrada, La milla verde) son curiosos -ver a Brolin con los dientes negros, el entrecejo más peludo que la barba y la espalda medio doblada no tiene precio- pero no están ni de lejos a la altura de la mayoría de secundarios de la filmografía de los Coen.


Y es que ésa es la mayor desventaja de Valor de ley, que resulta imposible no compararla con el resto de películas de sus creadores. Sin ser una mala película, Valor de ley sólo supera a dos o tres de éstas: Arizona Baby, Crueldad intolerable y, tal vez, LadyKillers o El gran salto. Sin ir más lejos, la penúltima película de los Coen, Un tipo serio, está muchísimo más conseguida que Valor de ley, a pesar de haber sido ignorada por el público y la crítica. De todos modos, irónicamente, parece probable que el hecho de ser de los Coen sea lo que ha favorecido su buena recepción; intuyo que, de haber sido dirigida por cualquier otro, Valor de ley habría pasado sin pena ni gloria.

Resumiendo, Valor de ley decepciona como película de los Coen al carecer del humor negro y la originalidad de que los hermanos han dotado durante su carrera a diálogos propios y ajenos, dando la impresión de estar muy poco trabajada a nivel de guión, que siempre ha sido el punto fuerte de los hermanos. Aun así, es un western bien realizado e interpretado y con un aire clásico innegable, lo cual se echa algo en falta en el panorama cinematográfico reciente.


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