sábado, 29 de noviembre de 2008

Appaloosa

Dirección: Ed Harris.
Guión: Robert Knott, Ed Harris (basado en una novela de Robert B. Parker).
Reparto: Ed Harris, Viggo Mortensen, Renée Zellweger, Jeremy Irons, Timothy Spall, Lance Henriksen, Ariadna Gil.


Me encanta el western. Parece que, hoy en día, dentro de la rareza que comporta ser joven y cinéfilo, más raro aún es ser fan del género. Género que -y a pesar de lo muy trillada que está la expresión- es el único verdaderamente propio, originario, del cine, al ser el único que no fue tomado de la literatura. Se me ocurre que puede haber quien diga que, a quien no le guste el western, no es un cinéfilo. Lo cual sería una gilipollez en toda regla, pero no carecería de un cierto sentido. Así, no es de extrañar que el fenómeno revival del western que se está produciendo actualmente me haga relativamente feliz.

La gigantesca Sin perdón de ese maestro que es Clint Eastwood destruyó el western con contundencia implacable. Así, el género permaneció en silencio, a pesar de las estruendosas basuras (recordemos Wild Wild West o la -eso sí- divertida Rápida y mortal) que lo apedrearon, durante unos diez años. De esta etapa cabe destacar, por su originalidad, su poesía y su onirismo, la extremadamente infravalorada Dead Man, uno de los mejores western de la historia, con un Johnny Depp en estado de gracia. Y, por supuesto, hay que mencionar la serie Deadwood, western sucio, calmado, real y, por encima de todo, magistral. Pero fue, en mi opinión, Open Range la obra que lo devolvió al mundo, por su decente clasicismo, aun sin ser una gran película.

Posteriormente, y hace muy poco, llegarían varias películas más, todas casi al unísono -aunque en España, sabe Dios por qué, han llegado todas tardísimo-: Seraphim Falls, buena persecución con un interesante y extrañísimo giro hacia el cuento popular; El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, maravilla decadente lamentablemente ignorada en los Oscar; El tren de las 3:10, una chorrada agobiante y vacía sin la tensión ni la atmósfera de la película original, que sin embargo ha tenido una gran aceptación tanto en crítica como en público. Ahora llega Appaloosa, dirigida por Ed Harris (mucho más conocido por su faceta de actor)... película de la que me veo obligado a reconocer que lo que más me llamaba la atención era el título. Empecemos pues.

1882. En la ciudad de Appaloosa, el ranchero Bragg (Jeremy Irons), que dice ser amigo del presidente de los Estados Unidos, mata al sheriff cuando éste intenta arrestar por violación y asesinato a dos de sus hombres. A raíz de esto, los hombres más ricos de la ciudad firman un contrato con el justiciero Virgil Cole (Ed Harris) y su ayudante, Everett Hitch (Viggo Mortensen), mediante el cual estos toman el control legal de Appaloosa para detener y llevar a juicio de Bragg. Al mismo tiempo, llega al lugar Allison French (Renée Zellweger), una viuda (teóricamente) atractiva con la que Cole iniciará una relación.


Seguramente lo más curioso de Appaloosa sea su, sobre todo hoy en día, desacostumbrada falta de acción, a pesar de lo que la trama principal induce inevitablemente a pensar. Por lo general, las discusiones se resuelven mediante palabras; si hay tiros, estos duran muy poco, apenas unos segundos: lo necesario, lo creíble. Cosa que seguramente decepcionará a quien espere ver otro cúmulo de tiroteos como el remake de 3:10 to Yuma. Así, la trama de la detención del ranchero se entremezcla con los líos sentimentales del sheriff Cole y la viuda French, en la que se ven envueltos la mayoría de los personajes de la película.

A pesar de que es esto lo que dota a Appaloosa de una personalidad propia (que de otro modo no sería posible, dada su casi nula imaginación tanto en la trama como en los detalles), a mí se me hizo molesto, por una razón muy simple: Renée Zellweger me da asco. No sólo por esa cara horrible y falsa que tiene, que hace parecer que cuando sonríe le están absorbiendo la piel de la frente con una aspiradora, sino también porque es una actriz bastante lamentable, cuyo éxito jamás he sido ni seré capaz de explicarme, y que en ningún momento está creíble, porque su personaje necesita atractivo y gracia, y ella se los resta en gran medida.


Hay presente un humor raro, que humaniza a los personajes y descoloca al espectador. Virgil Cole empieza como un hombre típico del western clásico, un tipo duro mítico, admirado y admirable, pero se revela enseguida como lo que realmente es: un gran pistolero, pero ignorante (pide ayuda de forma constante y abierta a su ayudante, Hitch, para que le ayude a dar con palabras concretas) y con una inteligencia emocional casi inexistente; cuando la mujer, Ally, le pone en evidencia en un bar bromeando sobre esto, Cole ataca sin razón lógica a un tipo, y Hitch debe detenerlo y abrazarlo durante unos segundos hasta que se calma. Momento incómodo y sublime.

Existe en Appaloosa una cierta voluntad desmitificadora del western, o eso me hacen pensar los personajes humanizados y la acción realista. En muchos momentos he pensado que Appaloosa es una versión de Río Bravo (oh, el título ya me produce semierecciones) tomada desde otro punto de vista. Al igual que el sheriff Cole, su partenaire, la viuda Ally, es un arquetipo de personaje tomado desde un ángulo extraño y creíble: pasa de ser la mujer alegre que se enamora del sheriff a una persona miedosa y, según para quién, rastrera, que intenta estar siempre al lado del "macho dominante". Sin embargo, esto a lo que me he referido como desmitificación del western ya fue llevado a cabo hace quince años, de una forma más sutil, más completa y, en resumen, mucho mejor por esa maravilla que es Sin perdón.

Del personaje de Jeremy Irons hay poco que comentar; es la excusa para el desarrollo de la trama y del resto de protagonistas, no aparece tanto como cabría esperar y sólo transmite una sensación moderada de amenaza. Sus motivaciones para el asesinato que comete al inicio de la película no quedan suficientemente explicadas, o no se desarrollan bien; al menos yo no llegué a entender si protege a sus hombres por lealtad o por enemistad con el muerto. Hay un punto relacionado con él en el que creo que también hay una cierta rotura de lo convencional, tímida, eso sí: amenaza de muerte a un personaje, y éste apenas si aparece posteriormente (eso ya no es rotura de nada, sólo falta de desarrollo). Es decir, no ocurre eso típico de que, de algún modo, la venganza se lleva a cabo. Me parece bien, quizá, aunque se sigue sintiendo incompleto.

El verdadero héroe es el personaje de Viggo Mortensen. Si bien Harris se reserva el papel más grande, no es el protagonista de la historia, al menos no en el sentido real de la expresión. Cole se lleva los méritos, pero en realidad depende en todo momento de Hitch, consejero, conciencia, soporte y, sobre todo, amigo. El personaje de Harris dice al de Mortensen que no es tan buen pistolero como él "porque tiene sentimientos". Pero es eso lo que, finalmente, le hace superar a Cole, al supuesto héroe. Y, claro está, Mortensen, actorazo injustamente olvidado por esa fábrica de fama que es Hollywood, vuelve a reivindicarse, aunque tampoco sea éste uno de sus mejores papeles.


Es Everett Hitch, además, el narrador, y de este modo interviene brevemente en la película en dos ocasiones: el principio y el final. El monólogo inicial me pareció innecesario, o al menos solucionable mediante diálogos (es tan sólo la presentación de los dos protagonistas, y esto podría hacerse, por ejemplo, mediante preguntas de algún secundario); sin embargo, toma sentido gracias al cierre, que posee el mérito de destruir, como dice el propio Hitch, las consecuencias previsibles de la "acción final" -si bien nunca llegamos a saber en qué consiste esta imprevisibilidad. Lo cual mola.

Y el resultado es una película interesante, rara, original en el fondo pero no tanto en la forma, pausada y pesada, silenciosa, con personajes muy buenos en el concepto pero que no siempre están tratados correctamente, ya sea a causa del guión o del intérprete, arriesgada, incompleta, que paradójicamente intenta resultar trascendente en su falta de trascendencia, en su cotidianeidad insólita, por la humanidad chocante que desprende, y no lo consigue. Además, atención: ¡hay indios!

Clint Eastwood (Sin perdón) enterró en un hermoso panteón el cadáver demacrado del western. Jim Jarmusch (Dead Man) intentó resucitarlo mediante un ritual vudú. Kevin Costner (Open Range) le llevó flores. Finalmente, han sido Andrew Dominik (El asesinato de Jesse James...) y, sobre todo y a mi pesar, James Mangold (3:10 to Yuma) los encargados de exhumar el cuerpo y de devolverlo, mediante prácticas misteriosas, a la vida. Ed Harris y su Appaloosa no han sido demasiado exitosos en su intento de alagársela un poco más, pero al menos se han atrevido a experimentar una técnica nueva. Veremos cuánto tarda en pudrirse el cadáver.


Valoración: 6,5/10.

No hay comentarios: