domingo, 23 de noviembre de 2008

Quantum of Solace

Dirección: Marc Forster.

Guión: Paul Haggis, Neil Purvis, Robert Wade.

Reparto: Daniel Craig, Olga Kurylenko, Mathieu Amalric, Judi Dench, Giancarlo Gianinni, Joaquín Cosio, Jeffrey Wright, Gemma Arterton, David Harbour, Jesper Christensen.


Siempre me han resultado desagradables las películas de 007, porque siempre me han resultado desagradables los 007. Esos seres elegantes, impecables, perfectos, se me hacen no ya difíciles de querer, sino simplemente de soportar. Pierce Brosnan es un coñazo de actor, pero es que ni Sean Connery, teórico “mejor Bond”, ha escapado de mis muecas de repulsa. A pesar de esa forma tan graciosa que tiene de pronunciar las eses. Je. Eso me encanta. Lo que quiero decir es que, para mí, Casino Royale fue una grata, gratísima sorpresa: Bond pasaba de ser un tipo con esmóquin que ligaba incomprensiblemente y usaba aparatos absurdos a un buen espía con habilidades de combate superguays y un carisma enorme... al que le quedaban mal los trajes. Pero es que, además, la película era muy buena. Así, sin más. Y apenas si tenía tópicas; es decir, que casi ni parecía una de 007, exceptuando la trama, que es la más 007 de todas (lógicamente, siendo la primera de las historias sobre el personaje que escribió Ian Fleming, una saga que Hollywood tomaría a su modo). Compréndase pues por qué esperaba mucho de Quantum of Solace y, tras leer la crítica completa –si aguantáis-, por qué no lo obtuve.

Quantum of Solace sigue la trama iniciada en Casino Royale donde ésta acaba; por tanto, si no la habéis visto y pensáis hacerlo, os recomendaría que no leyerais mi sinopsis, en el siguiente párrafo (en los siguientes intentaré obviar los detalles spoilerianos en relación a la primera parte). Si no la habéis visto y no pensáis hacerlo pero sí ver Quantum... os recomendaría que os lo replantearais, además de porque Casino es –y lo digo de primeras- bastante mejor, porque ésta no funciona como una película independiente, y es difícil de entender de por sí, con lo cual no habiendo visto la anterior debe ser una cosa totalmente incomprensible. He aquí el primer handicap, que no había previsto al ponerme a escribir el párrafo. En fin, eso, que si no habéis visto la otra o tal no leáis la sinopsis.

Al final de Casino Royale, Bond (Daniel Craig) descubrió que su chica, Vesper, que lo había ayudado en su sabotaje de las acciones de Le Chiffre y por la que había decidido dejar el Servicio de Inteligencia de Su Majestad, trabajaba en realidad para la misma gente que su enemigo, ínfima pieza de un entramado mucho mayor eliminada ya por este mismo. En busca de respuestas o de venganza, Bond sigue una pista dejada por Vesper antes de morir también a causa de la organización, y llega al señor White (Jesper Christensen), al que dispara en una pierna. Aquí acaba Casino Royale. Lo mete en el maletero de un cochazo. Aquí empieza Quantum of Solace. Huyendo de ya no recuerdo quién, llega a una especie de Batcueva en la que se encuentra la jefa de Bond, M (Judi Dench), que empieza a interrogar a White. Éste se ríe de la falta de información del Servicio Secreto, diciendo que no tienen ni idea de con quién están tratando, y que ellos tienen gente "en todas partes". Acto seguido, uno de los agentes de M inicia un tiroteo en el que White escapa. En busca, de nuevo, de respuestas o de venganza, Bond indaga sobre esta organización misteriosa y encuentra a la bastante muy atractiva Camille (Olga Kurylenko), a la que sigue hasta Dominic Greene (Mathieu Amalric), un multimillonario que convierte tierras en reservas naturales, con intenciones supuestamente filantrópicas, pero que en realidad está envuelto en las actividades de la organización.

¿Lío? Sí. Bueno, al menos para mí pero, teniendo en cuenta que yo me lío con CSI, no se me puede hacer mucho caso en ese sentido. He leído que la película tiene un “ritmo constante”. Mentira. “Ritmo constante” es lo de El caballero oscuro, El templo maldito o la saga Bourne. Quantum of Solace empieza muy Bourne, pero acaba demasiado Bond. Me explico. El caso Bourne fue una reinvención del género de acción de espías, de la que Casino Royale se nutrió para renovar la anquilosada franquicia. Aportó un componente de acción realista que se mantenía excepto en alguna que otra sobrada típica de los 007 (nada muy grave, eso sí), y que impregna también la primera parte de esta nueva entrega, aunque no como en la anterior (hay bastante más acción, algo menos de realismo y persecuciones que recuerdan quizá demasiado tanto a Casino como a Bourne).

Quantum of Solace empieza muy Bourne y acaba demasiado Bond. Me explico. Paulatinamente, de las persecuciones y las peleas creíbles (creíbles, claro está, entre gente que sabe conducir, correr y dar ostias) la cosa empieza a pasar, coincidiendo con la entrada del malo principal en la trama, a lo increíble. No hay, por suerte, abominables gadgets de esos con que se relaciona tan fácilmente la saga, pero ni falta que hacen: sobrada tras sobrada, Bond gana sin mucho problema con la peor lancha y la peor avioneta. En fin. Además, como digo, con la entrada de Greene todo empieza a bajar, y pasa de ser una buena película (aunque los defectos se hayan convertido en la base de esta crítica) a una película de 007. La relativa lógica de la trama se abstrae, se agranda de forma típica (no es la pollada esa del Ícaro de Muere otro día, pero en fin), y Bond comprende, pero nosotros no. Es una mierda eso de que los personajes se expliquen cosas que se supone que ya deben entender, pero eso es uno de los extremos; también jode que el espectador no se entere de nada. Y eso pasa aquí. Al final, un personaje dice a Bond algo así como “Ya te he dicho todo lo que querías saber sobre Quantum”. Y es probable que yo me perdiera en algún momento, pero diría que ésa es la primera y única ocasión en que se menciona eso de “Quantum”.

La dirección es muy buena; me choca que Marc Forster, director de Monster’s Ball, Descubriendo Nunca Jamás, (la infravalorada) Más extraño que la ficción o Cometas en el cielo, sea el responsable de una película de este estilo, tan “de productora”. Pero sí, lo hace bien. Las persecuciones no son, como las de Greengrass, perfectas, pero sí mejores de lo que estamos acostumbrados a ver, y las escenas de acción están muy bien rodadas. Destaco en este apartado la escena de la ópera, con un Bond muy impactante y con un montaje que aun siendo altamente videoclipero funciona estupendamente.

El Bond de Casino Royale era grande. Tenía mucho de héroe de acción, pero sangraba y tal, y esas cosas que siempre se dicen; la cosa es que daba bien las ostias, y aun así no era músculo, y conseguía encandilar al espectador –y no sólo a las mujeres de la película- con su labia y su astucia. Era rudo, insubordinado y pícaro. Un Bond humano, cuya fragilidad quedaba demostrada a causa de la ¿traición? de la recta final. Ahora, busca un poco de consuelo (o “un cuanto –como unidad física- de solaz”, título que en inglés suena genial pero es igualmente oscuro que al traducirlo literalmente), un porqué. Respuestas. Venganza, aunque no quiera reconocerlo. No puede dormir, y su actitud viene a ser la misma que en Casino, pero ya no por naturaleza: Vesper cambió su personalidad, y tras su relación con ella se ha convertido en un cínico. Y se le humaniza más aún, gracias a la reaparición del personaje de Mathis, su consejero en la primera parte. Y eso a mí, al menos, me mola.

Los demás actores están, de media, aceptables. Olga Kurylenko no lo hace mal, y está, por decirlo de forma suave, tremendísima, pero (en cuanto a interpretación y personaje) después de la Vesper de Eva Green sabe a poco. Judi Dench es, claro está, una gran actriz, y su M posee un cierto encanto, pero no pasa de ser un personaje necesario, sin desarrollo. Jeffrey Wright llamaba poco la atención en la Casino Royale, pero aquí está de risa: logra la aplaudible tarea de sobreactuar en su estoicismo. Supongo que con el propósito de hacer que, al menos, se notara que estaba en pantalla. En cuanto a Mathieu Amalric, psé. Consigue dar asco (genial el momento del hacha), pero el guión le da un personaje confuso y poco interesante al que no engrandece. Aunque no habría sido eso tarea fácil. También tiene un papelito (me veo obligado a decirlo: ¡nuestro!) Fernando Guillén Cuervo, muy típico y que apenas si sale, pero al que me hacía gracia, por razones obvias, mencionar.

Bond 22 no me resulta vomitiva, como la mayoría de los 20 primeros Bond, aunque tampoco sea, ni de coña, una buena película de acción de espías como lo fue Casino Royale, gracias a que comparten protagonista, aunque ni éste mismo sea lo que era. E intuyo que, mientras Craig sea Bond, la cosa seguirá así. Finalmente, la trama se convierte, como viene siendo habitual (aprovecho para comentar que, a pesar de lo que pueda desprenderse de esta crítica, de la saga Bourne sólo he sido capaz de disfrutar la primera entrega), en una excusa para la introducción de persecuciones y secuencias de acción que, por suerte, y a pesar de la bajada casi progresiva de nivel, están muy conseguidas, y hacen que nos olvidemos de que hay una intriga a la que dar respuesta. Obviamente, la tercera parte seguirá la trama y, espero, me ayudará a enterarme de una puta vez qué coño pasa.

Valoración: 6/10.

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